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—Intento alejar a los fantasmas, pero ya ves, aquí estoy, con el fundador de su especie.<br />
Björn soltó una carcajada y Mel, agarrándose a su cuello, dio un salto hasta quedar sobre él y<br />
preguntó:<br />
—¿La ducha está por allí?<br />
Sorprendido por la naturalidad de ella en ese momento, tan diferente de como se solía mostrar,<br />
respondió:<br />
—No. Por ahí está mi bufete. —Al ver que ella lo miraba, aclaró—: Mi casa está unida a mi<br />
despacho profesional. Soy abogado.<br />
Mel asintió y sin preguntar nada más, dijo:<br />
—Llévame a una ducha, la necesito.<br />
—La necesitamos —rió él.<br />
Björn caminó con ella en brazos hasta el baño. Al pasar por la habitación, Mel se fijó en la enorme<br />
cama y sonrió. Cuando llegaron al elegante y espacioso baño, Björn la dejó en el suelo.<br />
—Voy a por más toallas.<br />
Ella asintió. Cuando quedó sola, miró la enorme estancia. Aquel cuarto de baño era espectacular:<br />
encimera con dos lavabos, jacuzzi, ducha de hidromasaje. Era un cuarto de baño de anuncio. Nada que<br />
ver con el minúsculo de su casa. Secándose el sudor que le perlaba la frente, se miró en el espejo y, a<br />
diferencia de otras veces, sonrió. Se volvió y miró el tatuaje de su espalda. Se lo hizo después de nacer<br />
Sami. Aquel atrapasueños velaba por ella y por su hija. Así lo creía y así debía de ser.<br />
La expresión de Mel cambió. El recuerdo de Mike volaba sobre ella y sacudió la cabeza para<br />
ahuyentarlo. Él no tenía que estar allí y cuando Björn entró y la vio de pie, mirándose en el espejo,<br />
preguntó:<br />
—¿Qué ocurre?<br />
Desconectando sus pensamientos, ella respondió:<br />
—Te estaba esperando.<br />
Björn sonrió y, tras dejar las toallas sobre un moderno taburete, la cogió de la cintura y, entrando<br />
en la enorme ducha, dijo:<br />
—Pues ya estoy aquí. Duchémonos.<br />
El deseo los atrapó de nuevo. Mel llevaba más de dos años sin sentir que otras manos le<br />
enjabonaban la espalda y, cerrando los ojos, disfrutó. Y cuando los labios de él se posaron en su<br />
cuello, mimosa, sonrió.<br />
Björn, totalmente sorprendido por lo que estaba ocurriendo, disfrutó tanto o más que ella. Mel,<br />
aquella gruñona que siempre lo sacaba de sus casillas, en la intimidad estaba resultando ser una mujer<br />
dulce, sensual y mimosa.<br />
Eso lo volvió loco y cuando ella se agachó ante él, cogió su pene y se lo metió en la boca, se tuvo<br />
que agarrar a los mandos de la ducha para no caerse de la excitación. Ella lo chupó con mimo. La<br />
presión de sus manos en su escroto y de su boca en su pene lo hizo jadear y cuando sintió que se iba a<br />
correr, la paró.<br />
—Si sigues, no voy a poder parar.<br />
—Pues no pares —replicó ella, capturando de nuevo entre sus labios aquel ancho y duro pene.<br />
Björn se apoyó en la pared y decidió seguir su consejo. Mel, deseosa de él, le agarró las duras