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¿qué querías que hiciera?<br />

Su enfado...<br />

Su tono de voz...<br />

Su mirada ofuscada...<br />

Entendía su enfado. Su inquietud. Y sin querer hacer más preguntas, sólo abrazarlo y pedirle<br />

perdón, intentó acercarse a él, lo necesitaba, pero Björn dio un paso atrás.<br />

—¡Ni se te ocurra acercarte a mí nunca más en tu jodida vida, teniente! Ahora sí que no te<br />

considero nada mío y doy yo todo el asunto por finalizado.<br />

Sin más, se dio la vuelta y se alejó. Pero Mel no podía dejar las cosas así. Björn se había<br />

convertido en su obsesión y corrió tras él. Cuando lo alcanzó, sin importarle quién los pudiera ver, lo<br />

agarró del brazo y cuando él se paró y la miró, empezó por disculparse:<br />

—Siento no habértelo dicho, pero...<br />

—Pero ¿qué? —gritó él, descontrolado—. ¿Tan difícil era decir la verdad? ¿Tan difícil era decir<br />

«Soy militar y no azafata»? ¿Tan difícil era...?<br />

—Sí... sí era difícil —contestó ella—. Contigo sí. Me dejaste muy claro que no te gustaban los<br />

militares. En concreto, me dejaste clarísimo lo que sentías por los militares americanos. ¿Cómo crees<br />

que me he sentido yo todo este tiempo? Quería contarte la verdad, pero... pero no puedo obviar lo que<br />

soy. ¡Soy militar americana!<br />

—Ahora entiendo de dónde viene esa chulería, ¡teniente! —Y observando a Lodwud, que los<br />

miraba, añadió—: También te acuestas con ese tipo, ¿verdad?<br />

—Björn...<br />

—Ni Björn ni nada —voceó descompuesto—. Te he abierto mi casa, mi vida, y... mi... ¿Y tú me lo<br />

pagas mintiéndome? ¿Te lo has pasado bien..., nena?<br />

Su tono despectivo y la manera como la miraba le hicieron saber a Mel que había perdido el<br />

combate. Por ello prefirió callar y no responder. Björn estaba furioso y tenía que intentar entenderlo.<br />

No enfurecerlo más. Él no se lo merecía.<br />

Durante unos segundos, se miraron a los ojos y entonces a él le sonó el móvil. Al cogerlo,<br />

reconoció la voz y, cambiando su tono de voz por otro más apacible, contestó:<br />

—Hola, Agneta.<br />

Mel, sin moverse, lo oyó decir:<br />

—Sí. Lo pasamos bien el otro día. —Y mirándola a ella con desprecio, agregó—: Ponte guapa esta<br />

noche. Sí... yo también tengo ganas de verte.<br />

Esa conversación hizo que la rabia de Mel llegara a límites insospechados, de modo que, sin<br />

importarle enfurecerlo, siseó:<br />

—Eres un idiota... un capullo... un gilipollas...<br />

—Mejor me callo lo que creo que eres tú —replicó él con indiferencia.<br />

Con ganas de patearle el culo, Mel dio un paso atrás y, dispuesta a no dejarle ver el dolor por<br />

aquella llamada y su desprecio, lo animó antes de darse la vuelta:<br />

—Pásalo bien con tu amiguita.<br />

—Tú también pásalo bien.<br />

Al oírlo, Mel se paró. Miró a Lodwud, que los observaba, y con una sonrisa que a Björn no le gustó<br />

nada, afirmó:

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