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—Te voy a follar como se folla a las chicas malas.<br />

No dijo nada más. No hacía falta.<br />

Le abrió las piernas con rotundidad, la expuso a él y de un duro y certero empellón la penetró.<br />

Agneta gritó mientras Björn buscaba su propio placer y ella encontraba el suyo. Ambos eran egoístas<br />

en eso. Su placer primaba sobre el de la otra persona y, enloquecidos, se volvieron a empalar el uno en<br />

el otro sin importar nada más. Ése era su juego. Un juego buscado y consentido por los dos. Una vez<br />

alcanzaron el orgasmo, cuando él salió de ella, Agneta murmuró:<br />

—Tengo el jacuzzi preparado.<br />

En ese instante sonó el timbre de la casa y Björn comentó.<br />

—Perfecto, Roland ya está aquí.<br />

Aquella noche, cuando Björn llegó a su casa estaba cansado y saciado de sexo.<br />

Al día siguiente, no muy lejos de la casa de Björn, la teniente Melanie Parker hablaba con su<br />

madre mientras ésta hacia la maleta para regresar a Asturias.<br />

—Robert me dio recuerdos para ti.<br />

—¿Robert Smith?<br />

—Sí, mamá. Iba a ir a tomar algo con él ayer, pero le adelantaron la hora de despegue y no pudo<br />

ser.<br />

Luján, al pensar en aquel muchacho amigo de su hija de toda la vida, sonrió.<br />

—Qué majo que es Robert y qué monada es Savannah. Aún recuerdo su boda, ¡qué bien lo<br />

pasamos!<br />

Al recordar aquella boda, un año antes, Mel sonrió y su madre preguntó:<br />

—¿Consiguieron el traslado a Fort Worth?<br />

—Sí. Y, por cierto, papá les está ayudando mucho con todo el papeleo.<br />

Oír hablar de su marido, a Luján le hizo perder la sonrisa.<br />

—Tu padre, cuando quiere es un amor y cuando no, ¡un ogro! —cuchicheó.<br />

Mel soltó una carcajada y su madre prosiguió:<br />

—¿Cómo vas con el curso de diseño que estás haciendo por Internet?<br />

—Abandonado, mamá. Apenas tengo tiempo.<br />

Luján suspiró y añadió:<br />

—A Peggy Sue ya le he echado comida. Por cierto, qué asquito me dan esas ratas.<br />

—Mamá, no es una rata, es el hámster de Sami —rió Mel al recordar que Robert se la había<br />

comprado a la niña.<br />

—No le echéis tanto de comer, está tan ceporra que casi no se puede mover —insistió Luján<br />

mirando aquel bichejo blanco.<br />

Mel miró a Peggy Sue y sonrió. El hámster verdaderamente estaba muy gordo.<br />

—Vale, mamá. Intentaré controlar a Sami —respondió.<br />

Luján sonrió, pero mirando a su hija, musitó:<br />

—Me voy preocupada por ti, que lo sepas.<br />

—Mamá, no tienes por qué preocuparte.

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