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experimentado con nadie.<br />

¿Sería cierto que cuando te enamoras, tu propio goce pasa a un segundo plano y sólo deseas ver a<br />

la otra persona gozar?<br />

Estaba excitado mirando la situación, cuando Eric comenzó a hacerle el amor a Judith con fiereza<br />

contra la pared, en la ducha, y mientras Diana y su novia disfrutaban de su sexualidad en la cama.<br />

Estaba invitado a cualquiera de las dos fiestas y dudó. El espectáculo era excitante y verlo desde<br />

donde estaba resultaba extremadamente morboso, por lo que decidió mirar mientras su pene, gemido a<br />

gemido y segundo a segundo se ponía duro como una piedra.<br />

Cuando Eric y Jud acabaron y salieron de la ducha, se metieron en el jacuzzi e invitaron a Björn a<br />

acompañarlos. Sin dudarlo, él aceptó y cuando fue a sentarse, Judith le entregó un preservativo y<br />

susurró:<br />

—Ahora tú...<br />

Deseoso de sexo, Björn rasgó el envoltorio y se colocó el condón. Una vez se sentó en el jacuzzi,<br />

miró a su amigo, que asintió y, agarrando a Judith de la mano, le pidió:<br />

—Siéntate sobre mí, preciosa.<br />

Cuando lo hizo y él se fue introduciendo en ella, la joven jadeó y Björn, sin acercarse a la boca que<br />

era sólo de Eric, murmuró:<br />

—¿La sientes dura?<br />

—Sí...<br />

—Vamos..., apriétate contra mí.<br />

Al hacer lo que le pedía, un escalofrío recorrió la espalda de Judith, que jadeó. Su marido,<br />

besándola, dijo:<br />

—Así, pequeña..., dame tus gemidos.<br />

Durante varios minutos, aquel morboso juego entre ellos los volvió locos. Björn, sentado en el<br />

jacuzzi, recibía a Judith, ella se empalaba en él y Eric se bebía los jadeos de placer de su mujer.<br />

Mel, que los observaba, cruzó las piernas. Sus propios fluidos comenzaban a traspasar sus bragas y<br />

su cuerpo le pedía sexo cuando oyó a Björn decir:<br />

—Eric y yo te vamos a follar como te gusta.<br />

Judith no podía hablar. Sintió cómo las manos de su marido tras ella la apretaban con fuerza contra<br />

la dura erección de Björn y murmuraba en su oído:<br />

—Vamos, pequeña..., así... toda.<br />

Sin resuello, se dejó manejar por aquellos dos titanes mientras Björn movía las caderas a un ritmo<br />

infernal, volviéndola loca, y sentía las manos de Eric, ahora apretándole las nalgas. Jadeos de placer<br />

escaparon de su boca y más cuando sintió que su marido le metía un dedo en el ano y después dos. Los<br />

movía. La tentaba.<br />

—¿Te gusta, Jud? —preguntó Björn.<br />

Ella asintió y cuando él la tumbó sobre su pecho en el jacuzzi, se preparó para la penetración anal<br />

que anhelaba de su marido. Con cuidado, Eric lo hizo. Entrar en ella siempre era un placer. Un gemido<br />

escapó de su boca y cuando toda su erección estuvo dentro, musitó:<br />

—Pequeña..., dime que te gusta.<br />

—Me gusta —susurró Judith al sentirse totalmente llena por ellos dos.<br />

A partir de ese instante, cada uno se movió en busca del placer, mientras Jud se abría para ellos y

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