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Björn le hacía a éste.<br />
Jud, que se había percatado de todo, cuando vio que Agneta se marchaba al baño, se acercó a su<br />
amigo y cuchicheó:<br />
—Eres tonto.<br />
—Gracias, Jud. ¡Tus piropos me encantan!<br />
—Pero ¿no ves que Mel está aquí?<br />
Con gesto incómodo, él la miró y respondió:<br />
—Por mí, como si se la traga la Tierra.<br />
Irritada por su indiferencia, insistió:<br />
—Mel vale mil veces más que Foski, ¿no te das cuenta?<br />
Él sonrió con amargura y sin ganas de entrar en el tema, objetó:<br />
—Agneta me da todo lo que quiero y no miente. Con eso me vale.<br />
—¡Sexo!... vale —replicó Judith—. Pero te conozco y sé que no lo estás pasando bien. Mel te<br />
gusta y ella te puede dar sexo y amor. No seas cabezota.<br />
La palabra «amor» le cayó como un jarro de agua fría y, apretando los dientes, clavó una furiosa<br />
mirada en Jud y siseó:<br />
—¿Qué tal si no te metes donde no te llaman, queridísima Judith, y por una vez en la vida ¡puedes<br />
olvidarte de que existo!?<br />
Esa contestación y cómo la miró, dolieron a Jud. Nunca, en todo el tiempo que se conocían, le<br />
había hablado así y, mirando a su cuñada Marta, que conversaba con Eric, dijo:<br />
—Marta, acaba de llegar Máximo.<br />
—¿Dónde está Don Torso Perfecto?<br />
—Allí —respondió Jud, señalando.<br />
Máximo, un argentino guapo y galante hasta rabiar, saludaba a unas chicas de la entrada cuando<br />
Marta informó:<br />
—Ha roto con Anita y se siente muy solo. Ayer estuvo en casa con Arthur y conmigo.<br />
Eric miró a su mujer y ésta, haciéndole reír, respondió:<br />
—Pero ¿qué me dices? —Y levantando la voz para que Björn la oyera, propuso—: Presentémosle a<br />
Mel. Seguro que se caen muy bien.<br />
Las dos mujeres se marcharon. Eric miró a su amigo y, con complicidad, preguntó:<br />
—¿Otra copa?<br />
Björn asintió y cuando el camarero dejó ante ellos la bebida, Eric carraspeó.<br />
—Hablando de mi mujer. ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer esta noche?<br />
Al ver que Björn no se había percatado, aclaró:<br />
—Jud está muy, pero que muy molesta contigo con tu contestación. Ya sabes, ¡las hormonas! La<br />
conozco y esto traerá consecuencias.<br />
—Joder —murmuró Björn.<br />
—Y la primera consecuencia —continuó Eric— es Don Torso Perfecto.<br />
—¿Quién?<br />
—Máximo, el caprichito de las nenas, ¿no lo conoces?<br />
Bloqueado porque hubiera otro caprichito que no fuera él, se interesó:<br />
—¿Y ése quién es?