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Boquiabierta por aquel regalo que tanto significaba para ellos, Mel levantó la vista y murmuró:<br />
—Es precioso...<br />
—¿Te gusta tu colgante?<br />
—Me encanta... de verdad. Muchas... muchas gracias. Es... es una pasada, pero yo no tengo nada<br />
para ti.<br />
Björn se levantó de su asiento, cogió el colgante que ella tenía en las manos y, tras ponérselo<br />
alrededor del cuello, dijo:<br />
—Yo ya te tengo a ti. Es más, lo compré para que siempre que sientas la fresa en tu cuello, te<br />
acuerdes de mí.<br />
Sin palabras, Mel se tocó la bonita y delicada joya que Björn le había puesto, mientras él tomaba<br />
asiento. Durante unos segundos y en silencio se miraron a los ojos. Ella pensaba cómo agradecerle el<br />
detalle, y cuando se le ocurrió, sonrió.<br />
Cuando llegaron a los postres, entró en el restaurante un muchacho con una cesta llena de rosas.<br />
—¿Una rosa para la dama?<br />
Mel se adelantó a Björn e indicó:<br />
—Dele una al caballero, por favor.<br />
Atónito, Björn cogió la flor que el muchacho le entregaba mientras ella la pagaba.<br />
—Es para ti —musitó divertida cuando se quedaron solos.<br />
Confuso, la miró. ¿Una rosa para él?<br />
Mel, al ver su expresión, preguntó:<br />
—¿No te gusta?<br />
—Claro que me gusta. Pero hasta el momento era yo el...<br />
—Pues eso se acabó —lo cortó—. Hoy la rosa te la regalo yo a ti, como tú me regalas flores a mí.<br />
Igualdad de los sexos, ¿no crees?<br />
Björn se acercó la rosa a la nariz y la olió. Su aroma era maravilloso, aunque no tan espectacular<br />
como el de la mujer que tenía delante, y entonces ella dijo, conmoviéndolo:<br />
—Eres encantador, Björn. Espero que algún día conozcas a esa persona especial que te sepa hacer<br />
feliz como te mereces.<br />
Atónito por sus palabras, no supo qué contestar. Mel se dio cuenta de ello y, dispuesta a cambiar<br />
de tema, dijo:<br />
—¿Sabes?<br />
—¿Qué...? —susurró él, dejando la rosa sobre la servilleta.<br />
—Me ha llamado Judith esta mañana. Me ha invitado el sábado a su casa para comer su famoso<br />
cocido madrileño, pero le he dicho que no iré.<br />
Björn protestó al oírla.<br />
—Ah, no. Yo iré y quiero que tú vayas.<br />
—Pues lo siento, pero no.<br />
—Venga, Mel, no me jorobes. ¿Por qué no vas a ir?<br />
Clavando su mirada en él, pensó qué decir. Aquel día era el aniversario de Mike y ella, intentando<br />
no mentir, musitó:<br />
—Tengo cosas que hacer.