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—¿Y tener un hijo te convierte en un cerdo?<br />

Ella frenó de golpe. Björn se dio contra el cristal delantero, pero sin importarle su gesto<br />

contrariado, la joven lo miró y preguntó con chulería:<br />

—¿Me acabas de llamar «cerda»?<br />

—Pero ¿te has vuelto loca? —gritó ofuscado—. ¿Cómo se te ocurre frenar así?<br />

Estaba claro que la comunicación entre ellos era inexistente y Mel, tras resoplar, ordenó:<br />

—Abre la jodida puerta del coche y baja de él. ¡Ya!<br />

Sin moverse de su sitio, Björn cogió un par de botellas de agua vacías y enseñándoselas junto a lo<br />

que ya tenía en las manos, insistió:<br />

—¿Me vas a decir que esto no es basura?<br />

De un manotazo, ella se lo quitó todo, lo volvió a echar en el asiento de atrás y, con cara de enfado,<br />

siseó:<br />

—Sal del coche.<br />

—No.<br />

—Repito: ¡sal del coche!<br />

Björn la miró. No pensaba achantarse con aquella fiera y le indicó:<br />

—Arranca y vamos a tu casa.<br />

—No.<br />

—Pues entonces llévame donde está mi coche.<br />

—Yo no soy tu chófer, nene.<br />

Jorobado por lo borde que podía ser, la miró con superioridad.<br />

—Muy bien, pues llévame al Sensations. He quedado allí.<br />

—¿Con el abejorro?<br />

Nada más decir eso, Mel se arrepintió y más cuando lo oyó desafiarla con mofa:<br />

—Si quieres puedes entrar en el reservado con nosotros. Seguro que lo pasas bien con Maya y<br />

conmigo. Falta te hace relajarte... ¡nena!<br />

Y antes de que ella dijera nada, la agarró del cuello, pero cuando iba a besarla vio la herida en su<br />

labio, se acordó de la suya propia y dijo:<br />

—No te beso porque no quiero que ambos suframos más daño en los labios. Pero quiero que sepas<br />

que me encantaría chuparte y devorarte. Me deseas tanto como yo te deseo a ti. Lo sé cuando<br />

discutimos, cuando me miras o cuando te miro. —Björn chocó con delicadeza su nariz contra la de<br />

ella—. Terminemos ya con esto y hagámoslo de una vez. Podemos ir a tu casa, a la mía o a un hotel.<br />

Como tú quieras, preciosa. En tu mano está que yo finalice la fiesta con la pelirroja o contigo.<br />

La tentación estaba servida.<br />

Su voz...<br />

Su mirada...<br />

Su propuesta...<br />

Todo era tentador...<br />

La temperatura dentro del vehículo subió en décimas de segundo. Mel lo deseaba. La atraía una<br />

barbaridad y cuando intuyó que iba a perder la cordura y lanzarse sobre él, le ordenó:<br />

—Sal del puto coche.

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