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—Esto es maravilloso —dijo Björn, mirando a la niña, que corría con un cubo amarillo en la mano<br />
—. Este lugar es de los más bonitos que he visto en mi vida.<br />
Mel sonrió.<br />
—Sí. La playa de La Isla es una maravilla, y si encima te pilla buen tiempo como te está pillando a<br />
ti, ¡es genial! —respondió ella—. Aunque también tiene su encanto pasear por aquí en invierno.<br />
—¿Has paseado mucho en invierno por aquí?<br />
Mel asintió y, mirando a su hija, contestó:<br />
—Sí. Más veces de las que me gustaría recordar.<br />
Björn asintió y, sin querer evitarlo, preguntó:<br />
—¿Mike estuvo aquí contigo alguna vez?<br />
—No.<br />
—¿Por qué?<br />
Con una sonrisa en los labios, Mel suspiró.<br />
—Porque nunca quiso. Supongo que sería porque nunca fui realmente importante para él.<br />
Durante unos segundos, se miraron sin hablarse, hasta que finalmente Björn murmuró:<br />
—Gracias por la noche tan perfecta que hemos tenido.<br />
—Gracias a ti.<br />
Con gesto serio, él le cogió las manos y dijo:<br />
—Quiero que sepas que tú, Sami y todo lo que os rodea sois muy especiales para mí. Y si crees<br />
que no fuiste importante para Mike, quiero que sepas que sí lo eres para mí. Tan importante como que<br />
he comenzado a ver la vida bajo un prisma distinto, y me gusta. Me gusta estar contigo, con Sami, y<br />
me gusta sentirte mía, me gusta todo lo que venga de ti.<br />
—¿Peggy Sue también te gusta? —bromeó ella con un hilo de voz.<br />
—Bueno... ése es otro tema —rió Björn al pensar en el hámster blanco.<br />
Mel sonrió. Aquellas palabras significaban mucho más de lo que ella quería entender y en un<br />
arranque de sinceridad, dijo:<br />
—Björn.<br />
—¿Qué?<br />
—Tengo que contarte una cosa.<br />
Él clavó sus impactantes ojos azules en ella y con una media sonrisa, musitó:<br />
—Dime, cielo.<br />
Haciendo acopio del valor que le faltaba en otros momentos, Mel se encajó bien la gorra que<br />
llevaba y habló:<br />
—Tengo que ser sincera contigo y decirte que...<br />
De pronto, el llanto de Sami llamó su atención. Estaba en el suelo, llorando, y los dos se<br />
levantaron rápidamente para ver qué ocurría. La pequeña simplemente se había caído, pero se había<br />
arañado la rodilla. Cuando llegaron a las toallas, Björn, sin necesidad de que Mel se lo dijera, abrió el<br />
bolso de ella, sacó una tirita de princesas y, tras ponérsela a la niña, dijo:<br />
—Escucha, princesa Sami, la Bella Durmiente te curará mágicamente y el dolor se irá ¡tachán...<br />
chán... chán!, para no volver más.<br />
Dicho esto, la pequeña, como siempre, dejó de llorar, se zafó de los brazos de su madre y echó a