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—Judith, por favor...ve a buscar a Sami —gimió, mirándose la tirita rosa del dedo.<br />

—En cuanto cuelgue me voy a por la niña, te lo prometo. —Björn la estaba mirando cuando Jud<br />

preguntó—: Pero ¿tú estás bien?<br />

—Por mí no te preocupes. Sólo importa Sami. No creo que pueda llamarte en las próximas horas.<br />

Por favor, no te olvides de ella, por favor.<br />

—Tranquila, Mel. Ahora mismo voy a buscarla, no te preocupes por nada. Sabes que nosotros la<br />

cuidaremos bien.<br />

—Tengo que dejarte. Gracias, Judith.<br />

Cuando ésta colgó, miró a los hombres que estaban a su lado con gesto desencajado y anunció:<br />

—Hay que ir a por Sami a casa de su vecina.<br />

—¿Qué ocurre? —preguntó Björn.<br />

Judith, sin entender la gravedad de la situación, se retiró el pelo de la cara y dijo:<br />

—No lo sé bien. Un amigo de Judith llamado Robert ha muerto. Mel no viene, va camino de<br />

Afganistán.<br />

¡¿Muerto?!<br />

Esa palabra a Björn le desencajó el semblante. Mel, su Mel, se marchaba y él no había podido<br />

hablar con ella. Con gesto furioso, dio un puñetazo a la encimera de la cocina. Eric, al verlo, lo cogió<br />

del brazo y le pidió calma. Dos segundos después, Björn trató de reponerse.<br />

—Jud, vamos a por Sami —dijo.<br />

Cuando llegaron a la casa de la vecina de Mel, la pequeña aún lloraba. Tenía los ojitos hinchados<br />

por el disgusto de ver marchar a su madre y al ver a Björn le echó los brazos lloriqueando. Necesitaba<br />

sus mimos.<br />

Con un cariño que le llegó hasta el fondo de su corazón, aquel grandullón y guapo alemán acogió<br />

entre sus brazos a la pequeña y, acunándola, la consoló mientras la besaba en la cabeza:<br />

—No llores, princesa. No llores más.<br />

—¿Anone está mami?<br />

—Ha ido a trabajar, pero luego vendrá, cariño. Te lo prometo.<br />

La niña asintió y mirando al hombre que la sujetaba, susurró, restregándose los ojos:<br />

—Mami ha llodado, peo le he pueto una tidita de pinsesas y ha dejado de llodá.<br />

Confuso, Björn no sabía qué decir y mirando a Judith, que los observaba, abrazó de nuevo a la<br />

pequeña y murmuró:<br />

—Has hecho bien, Sami. Las princesas la protegerán.<br />

La vecina, horrorizada por las noticias que había visto y por el estado de Mel, les contó lo ocurrido<br />

con aquel avión como el que la joven militar pilotaba. Eso acrecentó la angustia y el miedo de todos.<br />

Judith cogió la maleta que la mujer les entregaba cuando Björn, intentando pensar con claridad a pesar<br />

de su aturdimiento, preguntó:<br />

—¿Dónde está Peggy Sue?<br />

Dora, al recordar al hámster, se llevó las manos a la cabeza. Mel, en su prisa por marcharse, se<br />

había olvidado del animal. Rápidamente, todos fueron a su casa.<br />

Björn, al entrar por primera vez en aquel lugar, observó a su alrededor y entendió por qué ella<br />

nunca había querido que subiera. La casa era muy pequeñita y estaba llena de fotos militares. De Mel

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