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37<br />

Pasaron las Navidades y todo volvió a la normalidad. La pequeña Hannah era una muñequita morena,<br />

Judith estaba totalmente repuesta y Eric, como siempre, era el hombre más feliz del universo.<br />

Cuando Mel regresó de Asturias, traía muchas novedades que contar y lo primero que hizo fue ir a<br />

ver a su amiga. Emocionadas, ambas miraban a la pequeñina cuando llegaron Eric y Björn. Sami, al<br />

verlo, corrió hacia él y tirándose a sus brazos gritó:<br />

—Pínsipeeeeeeeeeeee.<br />

Encantado como siempre que veía a la pequeña, Björn la cogió en brazos y la estrechó contra él.<br />

Aquellas Navidades habían sido muy diferentes. Había echado de menos a Sami y a su madre más de<br />

lo que hubiera podido imaginar, pero dispuesto a no enredar más las cosas y dejarlas como estaban, no<br />

dijo nada. Se limitó a actuar ante sus amigos y a sufrir cuando llegaba a su hogar.<br />

Mel, al ver cómo abrazaba a Sami, se levantó sonriendo y lo saludó con cordialidad. Tras decirles<br />

cientos de monadas a los niños, los dos hombres se retiraron al despacho y Judith preguntó:<br />

—¿Cómo llevas lo de Björn?<br />

—Bien. Como dice mi abuela, el tiempo todo lo cura.<br />

—Mi padre usa también eso de que el tiempo pone a cada uno en su lugar.<br />

Mel sonrió y, colocándole la coronita en la cabeza a Sami, dijo:<br />

—Tengo algo que contarte<br />

—No me asustes, Mel, que tu expresión no me da buenas vibraciones.<br />

Ella sonrió y, tras respirar hondo, explicó:<br />

—Voy a trasladarme a la base Fort Worth.<br />

—¿Y eso dónde está?<br />

—En Texas.<br />

La cara de Judith se contrajo al oírla y comenzó a llorar. Mel, al verla, se sentó a su lado e,<br />

intentando consolarla, murmuró:<br />

—Por favor..., por favor..., no llores.<br />

—¿Cómo no voy a llorar si todas las amigas que me echo aquí se van? Primero Frida a Suiza y<br />

ahora tú quieres irte a Texas.<br />

Mel sonrió. Que Judith le tuviera tanto cariño le encantaba y, abrazándola, intentó consolarla:<br />

—Piensa que si me voy, tendrás casa allí también. Podrás venir siempre que quieras y te aseguro<br />

que será mucho más bonita y grande que la de aquí.<br />

—¿Y por qué te vas? ¿Es por Björn?<br />

Éste era una parte importante de su decisión. Poner tierra entre ambos era lo más recomendable,<br />

pero quitándole importancia, respondió:<br />

—No, él no tiene nada que ver.<br />

—¿Seguro?<br />

—Segurísimo.<br />

—Entonces, ¿por qué te vas a trasladar?

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