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Excerpta N° 7 - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Chile

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y es padre. Establece su señorío en el campo, manda con voz fuerte, usa la fusta con energía y sale <strong>de</strong><br />

parrandas y amoríos, "el rajadiablo". El poseer tiene en el lenguaje cotidiano, la doble connotación, ser<br />

dueño como propietario y sexualmente poseedor. Esta última expresa al nivel material y simbólico el<br />

vasallaje, la subordinación <strong>de</strong> la persona inferior socialmente.<br />

El aspecto autoritario, violento muchas veces, <strong>de</strong> la dominación sexual, tiene su contraparte<br />

i<strong>de</strong>ologizada, pero no por ello menos real, en la atracción sexual entre individuos <strong>de</strong> diferente clase<br />

social. La atracción <strong>de</strong>l patrón por la china. Nuestro folclor está repleto <strong>de</strong> esas historias. Negar el hecho<br />

sería un falseamiento <strong>de</strong> los datos. Es la contraparte que "suaviza" la violación. La contextualiza en la<br />

cultura <strong>de</strong>l señor conquistador. "Esa es la costumbre <strong>de</strong> nuestros campos". En la hacienda agraria<br />

tradicional se llega por esta vía al intercambio generalizado <strong>de</strong> mujeres. Quizá la formación <strong>de</strong> la<br />

sociedad chilena, <strong>de</strong> su cultura también, al igual que lo analizado en el pueblo mapuche, se fundamentó<br />

en las miles <strong>de</strong> intersecciones que las mujeres establecieron en los intercambios múltiples. No cabe duda<br />

<strong>de</strong> que la posesión <strong>de</strong> la china por parte <strong>de</strong>l hacendado era un acto <strong>de</strong> violación, <strong>de</strong> dominio brutal sobre<br />

la peonada en el cuerpo <strong>de</strong> sus mujeres. Pero tampoco es <strong>de</strong>masiado audaz plantearse que en ese<br />

intercambio sexual interclasista se producía una suerte <strong>de</strong> fenómeno integrativo. Las relaciones<br />

personales se allegaban al extremo: el dominio, la humillación, el odio, el <strong>de</strong>sprecio, han ido <strong>de</strong> la mano<br />

<strong>de</strong> la atracción, <strong>de</strong> la pasión, e incluso en forma invertida, <strong>de</strong>l cariño. La subordinación social era<br />

acompañada <strong>de</strong> un intercambio sexual generalizado que provocaba formas <strong>de</strong> integración en la cultura.<br />

José Donoso, ha analizado en forma obsesiva y obscena, para parafrasearlo, esta relación <strong>de</strong> patrones<br />

con chinas, nanas, siervas, mujeres <strong>de</strong> toda clase y condición. Y no digamos que esas relaciones han sido<br />

fáciles para unos y para otros. Se han sentado en el centro <strong>de</strong> la cultura.<br />

Las mujeres, <strong>de</strong> todo tipo y condición social, fueron enhebrando los relatos, cocinando los olores,<br />

multiplicando los ingenios, estableciendo los parámetros <strong>de</strong>l bien y <strong>de</strong>l mal que posiblemente son la base<br />

<strong>de</strong> nuestra cultura. Nada más lejos <strong>de</strong> caer en un "fundamentalismo macondiano" <strong>de</strong> carácter romántico<br />

que ve en ese período un paraíso perdido, en que la irracionalidad sensual predominaba, en los largos<br />

corredores campesinos. En la que los hombres y mujeres se <strong>de</strong>jaban llevar por la exuberancia <strong>de</strong> la<br />

naturaleza y no existía ni explotación, ni relaciones <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Por el contrario, queremos enfatizar el<br />

aspecto explotador <strong>de</strong> la relación reconociendo, por cierto, que su legitimidad se asentaba en la cultura<br />

<strong>de</strong> subordinación existente. Esas mismas mujeres le enseñaron a sus hijos a amar y a odiar. Amar al<br />

padre patrón y a odiar al padre violador. De lo contrario no sería explicable en <strong>Chile</strong> la cultura <strong>de</strong> las<br />

izquierdas, la ira atávica convertida en conciencia <strong>de</strong> clase, <strong>de</strong> la que participaron los campesinos<br />

transformados en mineros, salitreros, ferrocarrileros, obreros y proletarios. Al salirse <strong>de</strong>l marco <strong>de</strong><br />

legitimidad cultural <strong>de</strong> las haciendas se potenciaba la ira. Se olvidaban <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> los patrones, <strong>de</strong><br />

sus amores, y brotaba fértil el recuerdo <strong>de</strong> los atropellos. El rencor también había nacido en las<br />

haciendas.<br />

A pesar <strong>de</strong> ello la cultura criolla lleva sobre sus espaldas el fardo autoritario en su multiplicidad <strong>de</strong><br />

dimensiones. Es esa combinación <strong>de</strong> barbarie y seducción la que funda el Estado.

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