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G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA

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nº 32 - Noviembre 2012<br />

<strong>de</strong> esa misma fantasía, ahora encarnando al único y al solo poeta enfrentado a la<br />

configuración estética <strong>de</strong>l mundo que le tocó vivir. <strong>El</strong> poeta se autorrepresenta<br />

como el último poeta, el avatar <strong>de</strong>l sujeto heroico que construyó el romanticismo<br />

cuando éste <strong>de</strong>be actualizarse en un periodo <strong>de</strong> <strong>de</strong>caimiento post-clásico<br />

(Argullol). Si en <strong>las</strong> épocas <strong>de</strong> expansión comunitaria, el sujeto biopoético <strong>de</strong>l<br />

romanticismo era investido <strong>de</strong> carisma heroico por su misma comunidad, en la<br />

época postclásica, cuando los vínculos <strong>de</strong> reconocimiento que lo unían con esa<br />

comunidad se han <strong>de</strong>svanecido, el poeta permanece fiel a los <strong>de</strong>signios y valores<br />

que organizaron sus expectativas y <strong>de</strong>terminaron su i<strong>de</strong>ntidad social, y se dispone<br />

a expresar esa ruptura, <strong>de</strong> <strong>tiempo</strong>s y <strong>de</strong> valores, como conflicto trágico entre<br />

el yo y el mundo. <strong>El</strong> poeta trágico mantiene así íntegra en una época crepuscular<br />

una ética y una estética anteriores, conserva fi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s con mundos que ya no<br />

existen. La imagen singular <strong>de</strong> esos poetas que encarnan la tragedia <strong>de</strong> vivir en<br />

un siglo <strong>de</strong> mala poesía queriendo ser gran<strong>de</strong>s poetas, les obliga a ofrecer una<br />

resistencia en su obra, a <strong>de</strong>splegar en <strong>las</strong> formas una rigurosidad que les evite ser<br />

confundidos con la naturaleza <strong>de</strong>caída, corrupta <strong>de</strong>l siglo que les tocó atravesar,<br />

y sus lenguajes. Esa imagen mitológica, y su correlativa resistencia formal, es la<br />

que salvaguarda su autoimaginación, la que organiza sus fantasías <strong>de</strong> durar más<br />

allá <strong>de</strong> su <strong>tiempo</strong>, <strong>de</strong> durar en espera <strong>de</strong> otro <strong>tiempo</strong> en el que el suyo les sea<br />

reconocido como contra-<strong>tiempo</strong>, como un <strong>tiempo</strong> a la contra.<br />

¿Pero <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> surgen esas expectativas, cómo sostienen el cierre metafísico<br />

<strong>de</strong>l que se ha estado hablando, qué relación establecen con la temporalidad<br />

como dimensión que articula la enunciación <strong>de</strong> una obra y mantiene continua<br />

o fragmentada la autorrepresentación <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l creador a lo largo <strong>de</strong>l<br />

<strong>tiempo</strong>? ¿Qué ha hecho que esos poetas crean ser quienes dicen ser? Siguiendo<br />

<strong>las</strong> reg<strong>las</strong> <strong>de</strong>l arte <strong>de</strong> Bourdieu, un modo <strong>de</strong> respuesta es posible mediante el<br />

concepto <strong>de</strong> gestión a largo plazo, don<strong>de</strong> el creador <strong>de</strong>splaza hacia el futuro el<br />

reconocimiento inmediato y cifra su inversión libidinal a un conjunto anticipado<br />

<strong>de</strong> expectativas <strong>de</strong>terminado por la imagen <strong>de</strong> una recepción futura<br />

(100-130). Pero, como señala Bourdieu, durante ese periodo, el creador se ve<br />

sometido a una po<strong>de</strong>rosa incertidumbre (102), ansiedad que <strong>de</strong>be mantener<br />

bajo control gracias al ejercicio fantasioso <strong>de</strong> una mitología creadora, <strong>de</strong> una<br />

fábula social <strong>de</strong> su lugar e imagen (121, 171).<br />

Y para construir la garantía <strong>de</strong> esa eternidad, que salvaguar<strong>de</strong> toda proyección<br />

futura, se necesita garantizar la naturaleza eterna <strong>de</strong>l hombre. Ahí aparece<br />

la metafísica, como la magnitud que permite ese trabajo a largo plazo, y, entonces,<br />

resulta comprensible que Álvarez Ortega afirme hablar para lo eterno, que<br />

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