G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA
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LA MIRADA<br />
para plantear la coherencia que muestra una obra, <strong>de</strong>splegada a lo largo <strong>de</strong>l siglo,<br />
estableciendo sus conexiones históricas con la cultura poética contrahegemónica<br />
<strong>de</strong> su <strong>tiempo</strong> y analizando cómo su imaginario <strong>de</strong> la temporalidad está permanentemente<br />
cruzando lo estético con lo cronológico. Así, títulos cómo Noche<br />
final y principio (1951), Tenebrae (1931), Exilio (1952-3) se construyen siempre<br />
convocando el imaginario <strong>de</strong> <strong>las</strong> sombras y tinieb<strong>las</strong> <strong>de</strong> los <strong>tiempo</strong>s <strong>de</strong> penuria,<br />
conjunto <strong>de</strong> referencias al que también remiten, entre otros muchos, los títulos<br />
<strong>de</strong> poemas como “Oscuro oficio <strong>de</strong> los muertos”, “Es muy triste saber que hay<br />
un mundo” o “Oscuro río <strong>de</strong> la muerte”, que señalan los orígenes y límites <strong>de</strong> ese<br />
mundo <strong>de</strong> sombras. Estas direcciones, que comienzan en la posguerra, se prolongan<br />
a lo largo <strong>de</strong> toda una vida poética: Sea la sombra (1957-58), Oscura marea<br />
(1963-64), Des<strong>de</strong> la otra edad (1974), Heredad <strong>de</strong> la sombra (1997-2005)...<br />
<strong>de</strong>clarando que, también, el <strong>tiempo</strong> actual es uno <strong>de</strong> oscuridad y penumbra, que<br />
nada hay que diferencie, en lo poético, la vivencia temporal <strong>de</strong> esta época y <strong>de</strong> la<br />
anterior. Si <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los mismos inicios poéticos <strong>de</strong> Álvarez Ortega, la construcción<br />
<strong>de</strong> formaciones poético-temporales, y el lugar <strong>de</strong>l sujeto respecto <strong>de</strong> el<strong>las</strong>, está<br />
directamente relacionada con la invasión <strong>de</strong> <strong>las</strong> sombras, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese mismo momento,<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la invasión <strong>de</strong> esas sombras encontramos también la presencia<br />
<strong>de</strong> los muertos. Dijimos que, para Álvarez Ortega, el poeta parecía tener un<br />
sexto sentido y, gracias a la película <strong>de</strong> Night Shyamalan (The Sixth Sense, 1999),<br />
sabemos que tener un sexto sentido quiere <strong>de</strong>cir apren<strong>de</strong>r a ver muertos.<br />
En la obra <strong>de</strong> Álvarez Ortega, esos muertos están en todas partes. En los<br />
primeros libros son en ocasiones, muertos familiares y se presentan en el hogar,<br />
en el ámbito doméstico 50 , pero son, sobre todo, muertos <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad difusa,<br />
que hacen su aparición fuera <strong>de</strong> la casa, que no parecen tener nombre ni<br />
rostro, los que pueblan <strong>las</strong> numerosas ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sombra que llenan los poemarios<br />
<strong>de</strong> Álvarez Ortega y que, con gran frecuencia, vagan por el paisaje, habitan<br />
una naturaleza <strong>de</strong> vahos, humos y tierra <strong>de</strong>vastada, <strong>de</strong> espacios naturales<br />
caracterizados por la ausencia <strong>de</strong> vida agrícola, marcados por una <strong>de</strong>solación<br />
que habla <strong>de</strong> la presencia/ausencia <strong>de</strong> esos mismos muertos. Se trata <strong>de</strong> algo<br />
que, a propósito <strong>de</strong> la poesía <strong>de</strong> posguerra que registra la existencia <strong>de</strong> <strong>las</strong> fosas<br />
comunes franquistas, cabe nombrar como “la agricultura <strong>de</strong> la muerte”, y que,<br />
en el caso <strong>de</strong> Álvarez Ortega, se conecta, a<strong>de</strong>más, con otros claros símbolos <strong>de</strong>l<br />
hambre y <strong>de</strong> la pobreza, como pue<strong>de</strong> ser la harina negra. La presencia <strong>de</strong> los<br />
muertos en el campo impi<strong>de</strong> el cultivo <strong>de</strong> esas tierras, reduce su productividad a<br />
50 “Estaba aquí. Los espejos lloraban en la penumbra/la sombra <strong>de</strong> su cuerpo. /[...] Me inclino/hacia el viejo retrato que<br />
los años oscurece. /Vuelvo a oír el golpe <strong>de</strong> la muerte que pasa. /Entre los muebles vacíos con lágrimas te recuerdo”, en<br />
Égloga <strong>de</strong> un <strong>tiempo</strong> perdido, Álvarez Ortega 2007: 18-19.<br />
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