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G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA

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nº 32 - Noviembre 2012<br />

nias españo<strong>las</strong> en el norte <strong>de</strong> África. La antropología <strong>de</strong>l poeta romántico como<br />

exiliado se potencia sobre un territorio <strong>de</strong>vastado, en un tipo <strong>de</strong> elegía africanista<br />

que, en ocasiones, absorbe algunas <strong>de</strong> <strong>las</strong> valencias metafóricas que el nacionalismo<br />

español proyectó sobre ese espacio, en su exotización terrible como territorio<br />

metafísico <strong>de</strong> lucha, sangre y <strong>de</strong>stino, en esa suerte <strong>de</strong> espacio ritual don<strong>de</strong> la<br />

patria, sangre mediante, se juega la continua renovación <strong>de</strong> sus esencias. La experiencia<br />

<strong>de</strong> Álvarez Ortega en el África español, vinculada primero al servicio<br />

militar y <strong>de</strong>spués a su trabajo como médico <strong>de</strong>l ejército, va a incluir el territorio<br />

colonial como espacio <strong>de</strong> <strong>de</strong>sestabilización <strong>de</strong> <strong>las</strong> relaciones poético-históricas entre<br />

nación, estética y muertos, cuyas ciuda<strong>de</strong>s-fortaleza puebla y contamina. <strong>El</strong><br />

territorio colonial se diseña como espacio melancólico en el que la tensión entre<br />

el <strong>tiempo</strong>-espacio <strong>de</strong> la nación y el <strong>de</strong> los muertos no sólo no se resuelve (ni como<br />

sublimación heroica, ni como re<strong>de</strong>nción civilizatoria, ni como regresión exotizante...)<br />

sino que parece extremarse, al <strong>tiempo</strong> que se exageran los trazos que tienen<br />

que ver con la cultura <strong>de</strong> la pobreza, muy presente en la obra <strong>de</strong> Álvarez Ortega,<br />

y su visitación continua <strong>de</strong> los barrios chinos. Prostitución, pobreza, miseria, enfermeda<strong>de</strong>s,<br />

costas infectas, arquitecturas ruinosas, climas <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ntes, <strong>de</strong>sarrollan<br />

en <strong>las</strong> colonias españo<strong>las</strong> el mismo régimen estético dominante en la metrópolis. A<br />

través <strong>de</strong> la resistencia <strong>de</strong> la pobreza continúan y extien<strong>de</strong>n su conflicto. Ese trabajo<br />

<strong>de</strong> recuerdos y presencias tiene lugar en un territorio, el africano, conceptualizado<br />

a<strong>de</strong>más como el “exilio”. Melilla será, con frecuencia, “la ciudad <strong>de</strong>l exilio”<br />

Un poema particular <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> Exilio (1951-1952) es Cementerio Marino<br />

(65-67), en la medida en que su exégesis cuenta con la apoyatura <strong>de</strong> una <strong>de</strong>claración<br />

<strong>de</strong>l propio poeta:<br />

Exilio se relaciona más con el mundo africano, tan extraño para un occi<strong>de</strong>ntal, los<br />

aduares, los ritos, la pobreza, la ari<strong>de</strong>z. En él hay un poema, “Cementerio marino”,<br />

[...] [que] es, simplemente, el <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Melilla. <strong>El</strong> cementerio se halla sobre<br />

un acantilado que bate el mar, y, cuando yo lo visité, en 1950, por lo que había oído<br />

contar a mi padre <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Marruecos, me impresionó aquella visión <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

tumbas entre el ruido <strong>de</strong>l oleaje, los muertos <strong>de</strong> Monte Arruit, Tauima, Tistutin,<br />

Dar Drius o el Gurugú, allí en los nichos con sus fotografías con vestimentas <strong>de</strong><br />

campaña. Eso es lo que se evoca en mi “Cementerio marino”, aunque no se diga.<br />

(Ruiz Soriano 2000, Álvarez Ortega 2012: 80-81)<br />

<strong>El</strong> recorrido <strong>de</strong> toda la toponimia heroica <strong>de</strong> Annual (aquella misma mitificada<br />

por el franquismo), ilumina el paseo por un lugar <strong>de</strong> memoria muy<br />

concreto -el cementerio marino <strong>de</strong> Melilla- a través <strong>de</strong> los relatos orales <strong>de</strong><br />

familia, <strong>de</strong> <strong>las</strong> guerras <strong>de</strong>l padre, que inevitablemente iluminan y resuenan sobre<br />

los muertos <strong>de</strong>l hijo. En ese cementerio se enfrentan dos regímenes <strong>de</strong> memoria,<br />

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