G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA
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LA MIRADA<br />
Pero si un día preguntas<br />
qué ha sucedido en tu país nadie<br />
contestará, nadie dirá que hubo una noche<br />
<strong>de</strong> alacranes, víboras oscuras y sangre<br />
por <strong>las</strong> calles. Entonces oirás<br />
alzarse <strong>de</strong> la tierra el llanto<br />
campesino, la sequía y los puños vengadores<br />
verás el hambre arrinconada<br />
entre harapos, latas y tablones. (2007: 151-152)<br />
Teoría <strong>de</strong> la historia: <strong>las</strong> preguntas sobre el pasado son preguntas también por<br />
el presente. Preguntar por el pasado es preguntar por la naturaleza <strong>de</strong> los actuales<br />
<strong>tiempo</strong>s <strong>de</strong> penuria: si un día preguntas qué ha sucedido entonces oirás el llanto y verás<br />
el hambre. Mientras no hagas esa pregunta (¿qué sucedió en el origen?, ¿cómo empezó<br />
todo?) llanto, hambre y sufrimiento, pero también el rencor, serán invisibles,<br />
aparecerán naturalizados respecto <strong>de</strong> su <strong>tiempo</strong> 41 . La pregunta por el pasado es, entonces,<br />
inseparable <strong>de</strong> la pregunta por la política. Enseña a ver. Remite a la violencia<br />
que constituye un mundo y la organización <strong>de</strong> sus recursos. Trae la memoria <strong>de</strong> “la<br />
noche <strong>de</strong> alacranes, víboras oscuras y sangre por <strong>las</strong> calles” <strong>de</strong> la que nadie quiere<br />
hablar, salvo el poeta. <strong>El</strong> texto, negando lo que afirma, convoca perlocutivamente la<br />
memoria <strong>de</strong> la guerra; nos dice su subtexto nadie contestará, yo, como poeta, sí lo hago.<br />
A la altura <strong>de</strong> 1966, cuando el poema está escrito, en España se concluían <strong>las</strong><br />
celebraciones <strong>de</strong> los “25 años <strong>de</strong> paz”, el ciclo memorial con que el franquismo<br />
<strong>de</strong>sarrollista proponía e imponía un nuevo discurso sobre la guerra civil, en el<br />
que el léxico <strong>de</strong> la cruzada, <strong>de</strong> la guerra santa se enfriaba para <strong>de</strong>jar paso a un<br />
nuevo relato que presentaba la contienda como una “guerra fraticida”, una espiral<br />
<strong>de</strong> horror ininteligible que los “logros” franquistas habrían conseguido sepultar,<br />
por fin, en el fondo <strong>de</strong>l negro pozo <strong>de</strong> la historia, relato <strong>de</strong> nuevo cuño cuyo<br />
<strong>de</strong>stinatario eran <strong>las</strong> c<strong>las</strong>es medias formadas al amparo <strong>de</strong> la creciente sociedad<br />
<strong>de</strong> consumo en <strong>las</strong> que la tecnocracia franquista fiaba el apoyo social al régimen<br />
(Sánchez León). En esta temporalidad memorialística, el criptocronotopo <strong>de</strong><br />
Álvarez Ortega permite un pensamiento a la contra, <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> que, a pesar <strong>de</strong> lo<br />
que se dice, aquella no fue una lucha cainita sino la guerra <strong>de</strong> dominio <strong>de</strong> unos<br />
pocos contra los muchos, dominio al que sus administradores ahora llaman paz:<br />
“Porque aquí naufraga una paz /<strong>de</strong> vergüenza, la saliva <strong>de</strong> unos reyes malditos /<br />
que gobiernan sobre <strong>las</strong> almas [...] encarcelan los sueños, envenenan / la libertad,<br />
el sino <strong>de</strong> los seres que callan / su dignidad bajo <strong>las</strong> lágrimas” (152). Bajo esa<br />
41. Se trata <strong>de</strong> una actualización <strong>de</strong>l mito <strong>de</strong> Perceval, que se juega su futuro y su honra en la hora <strong>de</strong>l peligro al hecho <strong>de</strong><br />
hacer o no hacer <strong>las</strong> preguntas prohibidas y necesarias. <strong>El</strong> mito <strong>de</strong> Perceval obtiene en <strong>las</strong> poéticas transicionales una<br />
renovada vigencia, vinculado a la posibilidad <strong>de</strong> la pregunta y a la ética <strong>de</strong> la memoria. Quizá el poeta que mejor supo<br />
enten<strong>de</strong>r <strong>las</strong> posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mito fue Mén<strong>de</strong>z Ferrín en su «Perceval» (Estirpe 111-115).<br />
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