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G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA

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LA MIRADA<br />

el <strong>de</strong> los relatos orales <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Marruecos y <strong>las</strong> fotografías que están <strong>las</strong><br />

tumbas <strong>de</strong> los soldados muertos, situadas en el Panteón <strong>de</strong> los Héroes, y, <strong>de</strong> otro<br />

lado, el que representa y encarna el mismo panteón como lugar <strong>de</strong> memoria.<br />

Esta interesante estructura, uno <strong>de</strong> los primeros ejemplos notables <strong>de</strong> arquitectura<br />

necropolítica española, construido como osario para albergar a los muertos<br />

<strong>de</strong>l llamado <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> Annual, respon<strong>de</strong> a un dispositivo cultural don<strong>de</strong> los<br />

muertos se disponen como exvoto perpetuo <strong>de</strong> hijos ofrecidos a la madre patria<br />

(Balenilla), como sacrificio <strong>de</strong> obligada renovación en el sentido <strong>de</strong> Sánchez<br />

Ferlosio, necesitado <strong>de</strong> la continua reiteración <strong>de</strong> su sentido. Esta metanarrativa,<br />

a la altura <strong>de</strong> los años cincuenta, está entrando en crisis, con la misma política<br />

colonial que alimentaba simbólicamente, como consecuencia <strong>de</strong>rivada <strong>de</strong><br />

la integración política <strong>de</strong>l franquismo en el mapa geopolítico capitalista (Garcés<br />

27-41). Y, “aunque no se diga” esto se evoca en el poema Cementerio marino.<br />

La cuestión es que este tipo <strong>de</strong> espacio <strong>de</strong> memoria requiere <strong>de</strong> una temporalidad<br />

conmemorativa caliente, está diseñado para una ejercitación simbólica<br />

continua. Y, sin embargo, la secuencia inicial <strong>de</strong>l poema abre ese cementerio<br />

bajo “el <strong>tiempo</strong> con sus lluvias y el salmo <strong>de</strong> la piedra batido por el mar”,<br />

ofreciéndolo a la contemplación histórico-poética, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber caído en<br />

una temporalidad conmemorativa fría, vecina al abandono (“la colina abierta<br />

tristemente al mundo <strong>de</strong> los astros” en ese “ barrio <strong>de</strong> muertos que la luna custodia”<br />

65). En ese cementerio se introduce el poeta y le habla, como Horacio,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un epitafio, pidiendo al ciudadano, al caminante, que se <strong>de</strong>tenga, ante<br />

la contemplación <strong>de</strong> la historia que ese lugar contiene, <strong>de</strong> una historia <strong>de</strong> la<br />

que esos muertos son metonimia: “¡Oh viajero! He aquí la historia <strong>de</strong> unos<br />

días” (65). Al recuerdo <strong>de</strong> <strong>las</strong> presencias que esos cadáveres heroicos convocan,<br />

sus batal<strong>las</strong>, la intensidad <strong>de</strong>l sol, se <strong>de</strong>dican algunos versos: “el mármol que<br />

custodia los muslos /<strong>de</strong>l duro adolescente caído en el asfalto/la fiel garganta <strong>de</strong>l<br />

guerrero/y su puñal <strong>de</strong> odio talado por el viento” (65).<br />

Y sin embargo, la imagen <strong>de</strong> ese cementerio la presi<strong>de</strong> el abandono, y lo<br />

que <strong>de</strong>bía ser un panteón heroico-nacional, se visita en el poema casi como<br />

una ruina, <strong>de</strong>shecho por el <strong>tiempo</strong>. Sus muertos, sin el metarrelato nacional<br />

que los contenga, brillan bajo la luna absurdos, carentes <strong>de</strong> sentido. Han sido<br />

exiliados <strong>de</strong> la historia nacional. <strong>El</strong> cementerio le pi<strong>de</strong> al poeta que, en su relato<br />

“aleje su miseria”, en nombre <strong>de</strong> la historia heroica y patriótica para la que sí<br />

fue diseñado. Pero el poeta no viene con un metarrelato heroico, sino con la<br />

cifra <strong>de</strong> su lírica melancólica, en la que es precisamente la pérdida <strong>de</strong> energía<br />

<strong>de</strong> ese “<strong>de</strong>solado recinto” lo que justifica el poema, sus “cruces <strong>de</strong>rrumbadas/<br />

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