G. Labrador. El gobierno de las cosas del tiempo ... - EURACA
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LA MIRADA<br />
poética <strong>de</strong>l 25-S <strong>de</strong> 2012): “como ca<strong>de</strong>na por la paz, <strong>de</strong>beríamos formar ya los<br />
escritores, ante la Moncloa si es preciso”.<br />
Sorel sobre Zambrano reivindicó que hacerse cargo <strong>de</strong>l legado <strong>de</strong> un poeta<br />
significa cargar también y fundamentalmente con sus muertos. La sangre <strong>de</strong> la<br />
que hablan Zambrano y León Felipe no es una sangre heroica, sino una sangre<br />
inútil, “disolvente es la sangre en esta tierra” (87), irredimible, inútil pero sí<br />
al menos movilizadora <strong>de</strong> una memoria, la <strong>de</strong> que “mientras nuestra sangre se<br />
<strong>de</strong>sborda/ el mundo juega al bridge” (99). Esa fue la experiencia colectiva y<br />
ciudadana <strong>de</strong> 1939, la <strong>de</strong> haberse visto expuestos al horror y la violencia sin<br />
ninguna <strong>de</strong>fensa. Es esa experiencia la que habría hecho, para León Felipe, que<br />
<strong>de</strong>sapareciese (pensaba él que para siempre) un cierto tipo <strong>de</strong> poeta: “Estos<br />
poetas eran merolicos y charlatanes <strong>de</strong> /barraca, que ya han enmu<strong>de</strong>cido; pero<br />
para que se cal<strong>las</strong>en, ha tenido que verterse mucha /sangre española” (31). Y<br />
continuaba: “A veces he pensado que esta guerra, /que esta guerra nuestra /se<br />
hizo [...] contra los poetas que <strong>de</strong>cían: todo es juego y pirueta... /¡Y habían<br />
olvidado la Tragedia!” (31).<br />
Al final la cuestión <strong>de</strong> la calidad estética <strong>de</strong> la poesía española <strong>de</strong>l siglo XX<br />
es una también una cuestión <strong>de</strong> género y <strong>de</strong> distancia. De la distancia que va<br />
<strong>de</strong> un poeta heroico a uno trágico, para el cual en el mantenimiento o no <strong>de</strong><br />
un régimen <strong>de</strong> representación trágico, que entrañe una memoria nacional, se<br />
dirime la cuestión <strong>de</strong> la buena o la mala poesía. Si, citando a Sánchez Ferlosio,<br />
en Mientras no cambien los dioses, un texto pacifista <strong>de</strong> 1986, el sacrificio<br />
(como rito) es lo que engendra (la creencia social <strong>de</strong>) los dioses, y es en nombre<br />
<strong>de</strong> los muertos que se vuelve a matar, el cambio <strong>de</strong> los dioses en que volvieron a<br />
trabajar ciertos poetas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1939 pasa por plantear que es la existencia <strong>de</strong> los<br />
muertos la que genera la historia y no la existencia <strong>de</strong> la historia la que produce<br />
los muertos. Quizá porque frecuentemente ni se plantea estas preguntas, tal<br />
vez por ello, a los ojos <strong>de</strong> quien sí lo hace, vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1939 y no sólo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
1975, la poesía española <strong>de</strong> la segunda mitad <strong>de</strong>l siglo XX pue<strong>de</strong> parecer en<br />
general tan mala.<br />
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