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El sín - Pfizer

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106 12 personajes en busca de psiquiatra<br />

rría fuera pasajero. La encontraron “agitada y delirante”,<br />

sin “rastro de sustancias extrañas en la sangre” (Restrepo,<br />

ibídem, p. 24), cuenta Aguilar. Pero el diagnóstico resultó<br />

confuso para él y no le ayudó a saber qué hacer. Ya en el<br />

hogar, Agustina continuó ida, al menos ida de la presencia<br />

de Aguilar. Experimentaba cambios bruscos de conducta.<br />

Permanecía callada mucho tiempo, no comía, no se bañaba,<br />

ni siquiera se levantaba de su cama. Un día se dedicó a<br />

hacer crucigramas y solo hablaba de ellos; en otros momentos<br />

se quedaba como absorta. Así, alelada, anotaría Aguilar,<br />

recordaba “la bella indiferencia de las histéricas” (Restrepo,<br />

ibídem, p. 107). Cuando decidía levantarse, emprendía<br />

tareas inanes. Un día le dio por llenar peroles de agua<br />

y distribuirlos por todo el apartamento, en una ceremonia<br />

frenética que Aguilar no podía interrumpir ni alterar sin<br />

suscitar su ira. Otro, resolvió dividir el apartamento en dos,<br />

un lado para Aguilar y el otro para ella, desde donde anunciaba<br />

la inminente llegada de su padre, quien, sin embargo,<br />

había muerto hacía diez años.<br />

Un mes entero duró Agustina de paseo por los bordes de<br />

una realidad paralela que alimentaba con episodios de su<br />

infancia, mezclados y alterados a su antojo con premoniciones<br />

y otras quimeras de la imaginación. Aguilar habría<br />

de admitir, contra su propia ilusión, que eso que parecía (o<br />

que él deseaba que fuera) una crisis súbita, estaba precedido<br />

de episodios similares. Durante los tres años que llevaban<br />

viviendo juntos, Agustina ya había sufrido ciertos desatinos,<br />

pero Aguilar se negó siempre a reconocer que Agustina<br />

estaba enferma. Así se lo confesó a Sofi, la tía de Agustina,<br />

quien le ayudó a paliar la última crisis, y quien en un momento<br />

dado le increpó a Aguilar el hecho de no haberla<br />

llevado a que la viera un especialista. Pero él tenía su propia<br />

justificación: “Cuando Agustina está bien es una mujer tan<br />

excepcional, tan encantadora, que a mí se me borran de

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