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El sín - Pfizer

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Cuadro clínico <strong>El</strong> paciente presenta un cuadro crónico de trastorno disocial<br />

y antisocial de la personalidad. Reacciona de manera desmedida<br />

frente a hechos triviales y no exhibe el menor pudor<br />

frente a las reglas de la sociedad. En su conducta no se perciben<br />

rasgos de culpa ni sentimientos de empatía. Por no ser un<br />

caso aislado, la recomendación no es particular sino general:<br />

trabajar de manera simultánea en todos los niveles de la actividad<br />

representacional del cerebro, lo que podría incluir el<br />

uso de medicamentos que permitan regular el ambiente neuroquímico<br />

del encéfalo, el entrenamiento empático, las modificaciones<br />

del procesamiento emocional y la reconstrucción<br />

de la cognición social. También es necesario intervenir<br />

en la construcción de representaciones sociales tolerantes.<br />

En La Virgen de los Sicarios, el novelista Fernando Vallejo<br />

se ha impuesto la disciplina de contar en primera<br />

persona solo lo que ve y escucha, como un documentalista<br />

que plasma la realidad en un video: usa las palabras<br />

en lugar del registro visual, y en lugar de los trucos de la luz,<br />

lanza sus opiniones desaforadas como los proyectiles de una<br />

mini-Uzi.<br />

Y es que lo que ve y lo que escucha se asemejan mucho<br />

a las balas, a la ráfaga de una ametralladora que<br />

no deja espacio a la misericordia: la vida de los sicarios<br />

de Medellín, la tropa fiel de matones imberbes al<br />

servicio de Pablo Escobar que, tras la muerte del ca-<br />

po, han quedado desocupados y andan en busca de afinar<br />

su puntería con cualquier pretexto: porque un vecino puso<br />

la música duro, por un tropezón accidental en la calle, por<br />

una grosería, por la altanería de un taxista alevoso. O, sin ir<br />

más lejos, como lo dice la novela directamente: “Por la simplísima<br />

razón de andar existiendo” (Vallejo, ibídem, p. 78).<br />

Vallejo no intenta, como muchos otros escritores, entrar<br />

en la mente de estos precoces criminales para especular<br />

sobre los espíritus que gobiernan sus actos. Más bien, se<br />

limita a ser testigo de sus vidas a partir de la de Alexis, un

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