El sÃn - Pfizer
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La pesadilla de Dios<br />
Vallejo va soltando entre página y página los síntomas de<br />
una ciudad trastornada: que en Medellín se roban hasta el<br />
papel higiénico; que el día de la inauguración del metro los<br />
visitantes se llevaron hasta los sanitarios; que algo parecido<br />
ocurrió con los rieles de la antigua estación del Ferrocarril<br />
de Antioquia; y que en el insulto de un gamín a un policía<br />
percibió un odio que no había notado nunca antes:<br />
Yo no sé por qué le pegaría el policía y si le pegó, pero la palabra en<br />
boca de ese niño era la más cargada de rencor y de odio que he oído<br />
en mi vida. ¡Y miren que he vivido! “¡Gonorrea!” <strong>El</strong> infierno entero<br />
concentrado en un taco de dinamita. “Si este hijueputica –pensé yo– se<br />
comporta así de alzado con la autoridad a los siete años, ¿qué va a ser<br />
cuando crezca? Este es el que me va a matar” (Vallejo, ibídem, p. 63).<br />
Se ha asimilado que este tipo de conductas son producto<br />
de la pobreza y de la adversidad social, incluso por investigadores<br />
sociales serios referenciados en el DSM-IV. Desde<br />
este sesgo sociológico, según el cual las comodidades materiales<br />
y económicas serían casi incompatibles con la conducta<br />
disocial, se asume que la pobreza es el principal factor<br />
de riesgo para la delincuencia infantil y juvenil. Dicho de<br />
una forma más grosera: los niños y adolescentes ricos estarían<br />
inmunizados genéticamente contra la delincuencia.<br />
Se presume, entonces, que la pobreza es hereditaria: “Que<br />
el gen de la pobreza es peor, más penetrante” (Vallejo, ibídem,<br />
p. 120).<br />
Sin embargo, estudios más rigurosos muestran que las<br />
conductas antisociales en menores ricos ocurren con igual<br />
o más frecuencia que en los jóvenes de las comunas pobres;<br />
lo que cambia es la instrumentación, la capacidad de ocultamiento<br />
y el estilo. Un niño, una niña o un adolescente<br />
de los estratos sociales altos puede desplegar conductas violentas,<br />
capacidad de hacer trampa, de estafar, de robar y de<br />
cometer vandalismo como un muchacho de los extramuros.<br />
No obstante, la divulgación social de estos comportamientos<br />
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