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El sín - Pfizer

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En consulta con el Libertador<br />

Bolívar, dos hombres, un héroe<br />

<strong>El</strong> Bolívar descrito en la narrativa de García Márquez y<br />

de Rosero evitó continuamente la atención de los médicos,<br />

y, según el primero, consultaba sus dolencias en un libro<br />

que siempre llevó consigo, La médecine a votre maniére, de Donostierre.<br />

Por lo tanto, si alguna vez tuvo conciencia de su<br />

insomnio, del frenesí con que dictaba cartas y proclamas<br />

en sus despertares tempranos, de sus crisis de irritabilidad<br />

y de sus episodios de melancolía, lo más probable es que no<br />

se le ocurriera visitar médicos, y mucho menos psiquiatras<br />

–que en honor a la verdad no había en la nueva Granada ni<br />

en la capitanía de Venezuela–, porque los consideraba unos<br />

“traficantes del dolor ajeno”. De hecho, esta resistencia y<br />

desconfianza nos da un indicio de cuán autosuficiente se<br />

percibe el personaje.<br />

Pero hagamos el esfuerzo de imaginarlo en una improbable<br />

consulta. Corren los días finales de 1830, tiene 47<br />

años, está gravemente enfermo en Santa Marta y finalmente<br />

aceptó acudir al médico debido a una profunda melancolía.<br />

<strong>El</strong> general en su laberinto nos cuenta que ya desde mayo “sus<br />

ayudantes militares sentían que los síntomas del desencanto<br />

eran demasiado evidentes en el último año” (GGM, ibídem,<br />

p. 22). Esto significa que para ese diciembre nuestro<br />

personaje llevaba diecinueve meses con el ánimo abatido.<br />

<strong>El</strong> viaje por el Magdalena estuvo signado por la tristeza,<br />

la autocompasión y el pesimismo. Los síntomas depresivos<br />

asomaron en plena juventud pero pasaron inadvertidos<br />

para quienes le rodeaban. Sin embargo, para Bolívar fueron<br />

inquietantes y perturbadores a tal punto que en Honda,<br />

camino a Santa Marta, durante una cita furtiva con Miranda<br />

Lyndsay, se describió a sí mismo como el militar “más<br />

grande y solitario que ha existido jamás”, como lo refiere<br />

García Márquez (ibídem, p. 85). Asimismo nos enteramos<br />

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