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El sín - Pfizer

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Cuadro clínico <strong>El</strong> personaje manifiesta haberse enfermado de amor en su<br />

juventud, y exhibe con orgullo seis blenorragias contraídas<br />

como resultado de relaciones con seis centenas de mujeres.<br />

No se observa, sin embargo, trastorno mental ni necesidad de<br />

tratamiento psiquiátrico. Se descarta tajantemente una adicción<br />

al sexo y se refuta la existencia de tal patología.<br />

Nota del editor<br />

¿Puede un hombre enfermar de amor? Ahí está el caso de Florentino Ariza.<br />

Su madre tenía que cuidarle las fiebres y el vómito típicos del cólera pero<br />

que eran en realidad síntomas de que se estaba muriendo por Fermina Daza.<br />

Comía flores de todos los calibres mientras le escribía cartas ardientes en sus<br />

ataques de ansiedad y, ya de adulto, tras el rechazo de Fermina, se dedicó<br />

a cultivar sus ansias de seductor profesional solo para paliar el dolor por la<br />

pérdida irreparable que, sin embargo, él consideraba apenas pasajera. Tuvieron<br />

que pasar cincuenta y tres años, siete meses y once días antes de que<br />

Florentino pudiera descargar su amor en los brazos ya seniles de Fermina. En<br />

el interludio, sin embargo, se entregó a las faldas de amantes furtivas, convencido<br />

de que “el amor ilusorio por Fermina podía ser reemplazado por un<br />

amor terrenal” (GGM, ibídem, p. 197); en su intento por “encontrar alivio<br />

para el dolor de Fermina” y saciar un brío que él no sabía muy bien si “era una<br />

necesidad de la conciencia o un simple vicio del cuerpo” (p. 239).<br />

Uno podría colegir que este “halconero sin sosiego” (p. 256) era un adicto<br />

sexual, un ser incapaz de controlar sus ímpetus y encontraba cualquier cantidad<br />

de justificaciones para lograr sus cometidos, no todos ellos precisamente<br />

responsables. “Levantaba sirvientas en los parques, negras en el mercado, cachacas<br />

en las playas, gringas en los barcos de Nueva Orleans” (p. 240). Alcanzó<br />

a sufrir seis blenorragias, pero lejos de preocuparse por ello, se jactaba<br />

de que tal enfermedad era más bien un trofeo de guerra. Puso en riesgo la vida

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