El sÃn - Pfizer
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Bolívar, dos hombres, un héroe<br />
dictaba la correspondencia, o en una partida de barajas, y<br />
él mismo no sabía muy bien si eran ráfagas de sueño o desmayos<br />
fugaces, pero tan pronto como se acostaba se sentía<br />
deslumbrado por una crisis de lucidez” (GGM, ibídem, p.<br />
32). También señala que acostumbraba salir de la cama “y<br />
deambular desnudo hasta el amanecer para entretener el<br />
insomnio cuando no había nadie más en casa” (GGM, ibídem,<br />
p. 53).<br />
En la cama y en el juego<br />
Llegamos pues a un último aspecto para cerrar nuestro<br />
diagnóstico: la relación de Bolívar con las mujeres, que no<br />
pasa inadvertida para ninguno de los tres autores. Cada uno<br />
ofrece una visión distinta. Pasamos del tono elogioso de<br />
Mutis –nos dice simplemente que el héroe fue un “hombre<br />
en extremo afortunado con las mujeres”– a leer el relato<br />
de unos comportamientos sexuales que podemos calificar<br />
de curiosos en la pluma de García Márquez, y de patológicos<br />
en la de Rosero. Estos conforman un nuevo síntoma: la<br />
tendencia a la promiscuidad, que en repetidas ocasiones se<br />
acompañó de altas dosis de irresponsabilidad, de conductas<br />
riesgosas y de comportamientos heteroagresivos.<br />
En vísperas del último viaje, el general garciamarquiano<br />
intenta más de una vez tener un último encuentro íntimo<br />
con Manuela, pero el cuerpo lo traiciona. Otra cosa fueron<br />
los años de gloria, en los que puso en riesgo su causa por<br />
culpa del incontenible apetito sexual: “[…] se decía que por<br />
lo menos tres batallas se habían perdido en las guerras de<br />
independencia sólo porque él no estaba donde debía sino<br />
en la cama de una mujer” (GGM, ibídem, p. 119).<br />
Nos cuenta el nobel que en una estadía en Mompox tuvo<br />
un encuentro con la blanquísima Josefa Sagrario, quien le<br />
pidió una noche extra. Pese a informaciones según las cuales<br />
Santander lo derrocaría, se quedó diez más. Y por la<br />
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