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El sín - Pfizer

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78 12 personajes en busca de psiquiatra<br />

Y esto ocurre porque, por más que finjamos estar preparados,<br />

toda pérdida genera un vacío existencial que solo<br />

se puede experimentar cuando esa pérdida ocurre. La conciencia<br />

de los hechos es la que produce el duelo: la noticia<br />

de la muerte. A partir de ahí, todo depende de nuestra<br />

maleta existencial, de lo que hayamos cultivado dentro de<br />

nosotros para asumir esa pérdida como un proceso más en<br />

el camino de la vida, o como una catástrofe superior a nosotros<br />

que amenaza con derrotarnos.<br />

En el primer caso, lo normal es que nos dejemos invadir<br />

de tristeza, que nos concentremos en el dolor que nos<br />

produce la partida, y entonces evoquemos los momentos<br />

que vivimos al lado de esa persona, sus características más<br />

sobresalientes que nos hicieron amarla. Ese dolor es sano<br />

y, además, necesario, siempre y cuando seamos conscientes<br />

de que será temporal, de que la pérdida es inevitable y el<br />

único remedio es abrir los ojos de nuevo y avanzar. Es una<br />

decisión personal. Al fin y al cabo, no ha sido el primero.<br />

Como transeúntes de la vida, perdemos cada día parte<br />

de nuestro destino; vivimos haciendo duelos de todo tipo<br />

y a cada instante, aunque solo tendemos a reconocer los<br />

de mayor impacto, aquellos que nos recuerdan que somos<br />

mortales, finitos ante la eternidad.<br />

Los sentimientos que se evocan en este tipo de duelos<br />

son generalmente de una magnitud proporcional a los que<br />

se manifestaron durante la vida del que se fue. Así también<br />

es el dolor. Experimentarlo como algo real que podemos<br />

aceptar y cargar un tiempo mientras nos acostumbramos a<br />

que “ya no está” es indispensable para que todas las emociones<br />

que nos acompañan se transformen en la sazón que<br />

condimente nuestro recuerdo, y a la vez, sean esas las emociones<br />

que se reproduzcan en todos los duelos por venir.<br />

La personalidad que nos adorna, nuestra forma de conectarnos<br />

con la realidad, no es ajena al proceso de duelo y

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