El sÃn - Pfizer
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<strong>El</strong> hombre que terminó amarrado a un árbol de castaño<br />
dado que lo siguió acompañando el resto de su vida. <strong>El</strong><br />
fantasma de Prudencio Aguilar comenzó a aparecerse de<br />
manera reiterada en la casa a pesar de las amenazas de<br />
José Arcadio para que se fuera. La tristeza que el muerto<br />
manifestaba lo privó de dormir bien, hasta que decidió<br />
irse del pueblo con los suyos.<br />
3. <strong>El</strong> destierro de su propio pueblo, con el consiguiente<br />
desarraigo de sus orígenes, es la expresión más clara de<br />
la culpa de José Arcadio Buendía. Esta ruptura implicó<br />
generar una nueva identidad sobre un antecedente nefasto.<br />
Así, como se ve en la novela, la distancia geográfica<br />
no fue suficiente para desprenderse de las consecuencias<br />
del suceso.<br />
4. Si bien lo ocurrido alteró la función erótica y copulatoria<br />
de la sexualidad, la función reproductora del sexo<br />
también quedó rarificada por el miedo de tener hijos<br />
con cola de cerdo, por el temor de ser partícipe del engendramiento<br />
de seres imperfectos que serían el reflejo<br />
del sí mismo, por la presunción de ser autor de la degeneración<br />
de la especie.<br />
Los anteriores sucesos definieron en la vida psicológica<br />
de José Arcadio Buendía una sensación de incertidumbre<br />
que deslegitimó para siempre sus actos, su vida personal,<br />
en pareja y en familia. Durante toda la novela es claro el<br />
distanciamiento emocional y de facto que tuvo José Arcadio<br />
Buendía de su esposa Úrsula. En la continuidad de su<br />
existencia, ambos vivieron más de la culpa, el temor y la adversidad<br />
que del acompañamiento, el afecto o el goce. La<br />
sexualidad, que pudo ser un acto de amor, pasó a ser más<br />
un acto agresivo y de honor, amenazado por el fantasma de<br />
la muerte.<br />
José Arcadio Buendía tuvo que asumir inevitablemente<br />
su vida sexual en función de afianzar su masculinidad y<br />
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