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El sín - Pfizer

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92 12 personajes en busca de psiquiatra<br />

demos suponer, dadas sus condiciones socioeconómicas y<br />

las costumbres de la época, que debió de cursar la primaria y<br />

algunos años de bachillerato. A no dudarlo, fue un hombre<br />

inteligente, trabajador, responsable, de buenos sentimientos,<br />

honrado, buen hijo y buen ciudadano sin problemas<br />

nunca con la justicia. Y, sobre todo, buen amigo… de sus<br />

amigas. En resumen, un hombre de su tiempo y de su tierra,<br />

pero por fuera de cualquier sospecha: una persona normal.<br />

Sin embargo, un lector acucioso de los textos en estudio<br />

nos dirá que es muy difícil declarar como normal a un<br />

hombre que desde joven dio muestras de sus desvaríos. No<br />

hay más que recordar, nos dirá, que su madre tenía que curarle<br />

las fiebres y los vómitos típicos del cólera pero que en<br />

realidad eran las manifestaciones de que estaba muriendo<br />

de amor por Fermina Daza. Y ¿cómo explicar, continuará<br />

nuestro amable amigo, que una persona en sus cabales pudiese<br />

comer flores de todos los colores mientras le escribía<br />

cartas ardientes durante sus ataques de ansiedad?<br />

En verdad ¿puede un hombre enfermarse de amores?<br />

En primer lugar, debemos responderle a nuestro querido<br />

y puntilloso opinante que escribimos sobre un personaje<br />

de ficción, Florentino Ariza, hijo nada más y nada menos<br />

que del creador de Macondo, aquel reino maravilloso en<br />

donde casi todo puede ser posible, incluso morir de amor<br />

con síntomas análogos a los del cólera. En segundo lugar,<br />

“enfermar de amor” es una frase que ha ocupado miles y<br />

miles de páginas, desde el comienzo de los tiempos en la<br />

literatura de todas las culturas para designar aquellas manifestaciones<br />

somáticas que acompañan el enamoramiento.<br />

Manifestaciones que se hacen más excitantes y evidentes en<br />

los amores desairados hasta el punto de convertirse en emociones<br />

y sentimientos patológicos, todo ello por acción de<br />

los neurotransmisores cerebrales. Es decir, que lamentablemente<br />

sí podemos enfermar de amor.

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