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El sín - Pfizer

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36 12 personajes en busca de psiquiatra<br />

tener ventajas materiales. Incluye el hurto oportunista, el<br />

atraco y el entrar de manera violenta a las casas, los edificios<br />

o los carros para robar.<br />

La violación de normas de disciplina es la tendencia<br />

constante a evadir y rechazar cualquier tipo de límite social<br />

de la conducta. Es la propensión irrefrenable a hacer solo<br />

aquello que produce placer y recompensa inmediata, aunque<br />

implique daño a otros, o incluso riesgos para la salud o<br />

la vida. Adelantando de forma abusiva una especulación, y<br />

solo a manera de hipótesis, es como si las normas y las reglas<br />

fuesen elementos monstruosos de martirio inexplicable,<br />

que generaran repugnancia, fastidio o cualquier otro tipo<br />

de malestar emocional insoportable. La tendencia, entonces,<br />

es a volarse sin permiso de la casa, incluso durante varios<br />

días, a permanecer en la calle vagando o en actividades<br />

delictivas menores, cuando se debería estar en el colegio.<br />

Estos comportamientos van apareciendo en la novela<br />

bien por acción de Alexis o de Wílmar, bien por la descripción<br />

que hace Fernando, el narrador, de las costumbres<br />

insanas a las que se ve sometida Medallo. Alexis, por ejemplo,<br />

bota la casetera que le regaló Fernando por la ventana, sin<br />

prevención alguna de hacerle daño a un transeúnte, solo<br />

porque a Fernando no le gusta el ruido; coge el televisor a<br />

tiros por el mismo motivo; “quiebra” en la calle a un vecino<br />

punkero cuyo único pecado fue poner una noche la música<br />

a todo volumen, y más tarde a una mesera porque no<br />

les entregó una servilleta entera sino un triangulito con el<br />

que no podían limpiarse. Wílmar, por su parte, “le propinó<br />

un frutazo en el corazón” (Vallejo, ibídem, p. 115) a un<br />

hombre que silbaba por la avenida, solo porque a Fernando<br />

le fastidiaba el sonido. Y el propio Fernando le confiesa a<br />

Wílmar que alguna vez en su niñez quebró el mármol de<br />

una estatua en el parque Boston: “Y no había tampoco vidrio<br />

de casa que resistiera una andanada nuestra de piedras<br />

y de maldad” (Vallejo, ibídem, p. 123).

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