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Hoja n° 15 (Año 5 - Diciembre 2008) - La Hoja del Titiritero

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Algunos creen que los titiriteros también muerenpor Gustavo RoldánNadie puede creer que los títeres mueran, y si los títeres no mueren tampoco pueden morir los titiriteros. Simplemente lasobras se terminan cuando baja el telón para seguir mañana en otro teatro, en otro pueblo, en otro país.En qué país estará Javier Villafañe, tanto que le gustaba viajar. En qué esquina de la tierra se asomarán sus títeres y suscuentos para seguir peleando por un mundo mejor, para resistir con la poesía de sus manos de mago y de sus palabrasde fuego.No es igual este país sin Javier Villafañe. Algo está faltando, alguna lenta palabra pronunciada a medianoche paraespantar la furia, algún poema que se ría de las tonteras de este mundo, alguna manera de saber vivir a contrapelo.Pero todos estamos acostumbrados a sus viajes, todos los amigos sabemos que al preguntar por Javier siempre alguiennos dice: está en Colombia, está en España, está en Grecia o en Hungría. Siempre en algún lugar diferente porque nuncanadie acaba de conocer el mundo. Porque el mundo es grande, aunque ahora parece más chico si no está por aquí JavierVillafañe.Pero seguiremos esperando, o lo encontraremos en algún viaje, y seguiremos hablando de él, viejo mentiroso que nodudaba en contarnos de manera distinta la misma historia, porque si decía lo mismo era para él demasiado aburrido.Tal vez no tenía derecho a dejarnos solos, pero un viajero siempre deja solos a los demás. También los titiriteros nosdejan solos cada vez que cierran su tablado y se van. Nos dejan una obra y un recuerdo y un algo que se ha movidodentro nuestro que nos hace más ricos, pero se van.Toman el tren bajo la lluvia y saludan levantando la mano como diciendo adiós. Y sonríen. De qué sonríen si nos dejansolos y ya no podemos preguntar. Entonces las palabras nos quedan apretadas en la garganta, inútiles palabras que nodijimos a tiempo y que seguirán doliendo para siempre.Tramo <strong>del</strong> artículo publicado en Para la Libertad, núm. 8, Buenos Aires, mayo-junio de 1996Un libro de Javier Villafañepor Ariel BufanoPresentar un libro de Javier Villafañe no es fácil. Y menos para mí. Lo lógico sería lo contrario: que yo, como aprendiz,como discípulo, le hubiese pedido a Javier que presentase un libro mío. Javier vive en el asombro y nos lo hace vivir a losdemás.Como éste, por ejemplo, de pedirme a mí que escriba esta solapa. Es el absurdo. Pero así es Javier y ése es su mundo.<strong>La</strong> sorpresa, la maravilla, el absurdo de lo cotidiano. <strong>La</strong> verdad detrás de la mentira. <strong>La</strong> absoluta libertad.Uno nunca sabe si Javier es un invento de la gente, es un invento de los títeres o es un invento de Javier.¿Quién es este titiritero poeta, este juglar que ha hecho de su canto y de sus muñecos algo humano, una filosofía de lavida? ¿Dónde empieza la leyenda y dónde termina? ¿Qué es <strong>La</strong> Andariega, esa carpa que es teatro, casa, carro yparaguas? ¿Quién es este barbudo creador de personajes que se le escapan de las manos? Quede este misterio para lossabios, los alquimistas, los vagabundos, los niños y los poetas.A mí lo que siempre me maravilló en Javier más allá de su universo particular de poesía y de sus mágicos muñecos es suactitud de hombre.Su autenticidad. Su igualdad a sí mismo hasta la última y dolorosa instancia. Su presencia en la verdad. Su cotidianidadde mate, amor y huelga; de vino, muerte y alegría de vivir. Su inmersión sin trampas en el mundo real. Todo él.Texto de solapa de Títeres, 3ª ed., Buenos Aires: Hachette, libro terminado de imprimir en los talleres de Colombo el 24 dejunio de 1967, cuando Javier cumplía sus 58 años

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