Narrativa de JavierLos ancianos conváginesTodos los años, al cumplirse el aniversario de su muerte; ella murió el 23 de julio de 1948 (Q. E. P. D.), se reunían a comerlos convágines.En la primera cena de camaradería asistieron noventa y dos comensales. Algunos fueron con sus mujeres y sus hijos,otros con sus novias, otros solos. Y el más joven, un estudiante de arquitectura, fue con su abuelo, un venerable anciano.Llegaron telegramas <strong>del</strong> extranjero, ramos de flores, tarjetas.Jamás en esas cenas de camaradería se habló de ella ni se pronunció su nombre. Los convágines comían y bebían.Hablaban de negocios, de política, de viajes. Se trataban de usted. Tenían distintas actividades. Unos eran médicos, otrosindustriales, otros músicos, otros contrabandistas. <strong>La</strong>s señoras y las novias de los convágines hablaban de modas yquedaban en visitarse al día siguiente. Y los niños, después <strong>del</strong> postre, dormían con los codos sobre la mesa.Los convágines se abrazaban al despedirse. <strong>La</strong>s señoras y las novias de los convágines se besaban en las mejillas.- Hasta el año que viene.En la cena de camaradería <strong>del</strong> 23 de julio de 1960 el abuelo <strong>del</strong> convágine más joven, el venerable anciano, dijo aldespedirse:- <strong>La</strong>mento no poder decir: “Hasta el año que viene”, porque tengo los días contados. Pero vendrá mi nieto.Y los años pasaron como pasan los árboles desde la ventanilla de un tren, como pasa el agua por debajo de un puente.El 23 de julio de 1982 fueron tres convágines a la cena de camaradería y se abrazaron al despedirse.- Hasta el año que viene.El 23 de junio de 1983 fueron dos convágines a la cena de camaradería y se abrazaron al despedirse.- Hasta el año que viene.El 23 de junio de 1984 fue un solo convágine a la cena de camaradería. Comió. Lo ayudaron a levantarse. Se apoyó en elbastón. Le temblaba la copa en la mano. No pudo decir una sola palabra.<strong>La</strong>s ancianas confálicasEran inseparables. Usaban el mismo perfume y paseaban tomadas de la mano. En las tardes de lluvia jugaban al dominó,tejían o hacían solitarios. Jamás hablaron de él ni recordaron su nombre.Cuando moría una de ellas, era siempre en otoño, la lloraban en silencio con una sonrisa de complicidad.Pensamientos de un ancianoHay que regar antes que llueva.Sólo yo me acuerdo de mí.No digas nunca: “jamás”; decí: “quizás”, “tal vez”.Cuando las moscas no joden, mejor es dejarlas quietas.Hacer una sola cosa en la vida y perfectamente mal hecha.Ahogado no muerde agua.Por las despedidas se inventaron los viajes.El beber no ocupa lugar.Da limosna a plena luz por si están espiando <strong>del</strong> cielo.<strong>La</strong>s cerraduras obedecen al ladrón, jamás al cerrajero.Una ladilla es un placer, cien un martirio.Nada es de nadie.Hacé lo que decís cuando estás borracho, ése sos vos.Pecado es no pecar.Miente, pero no engañes.El que duerme demasiado se entierra en vida.Gana el que pierde.Hablá bien de Dios por si te escucha.Un anciano se siente viejo cuando no puede cazar a una pulga.<strong>La</strong> vida es corta y el quilombo largo.El ojo <strong>del</strong> vino engorda la uva.Todo se puede perder menos la sed.Pobre <strong>del</strong> viejo pobre.El anciano sensibleSufría tremendamente cuando los amantes de su mujer le eran infieles y la engañaban con otra mujer.<strong>La</strong> anciana y el espejoEnvejeció el espejo de tanto mirarme.El anciano refinadoDespués de leer un libro me lavo los ojos y las manos. <strong>La</strong>s palabras han sido demasiado usadas y están sucias.<strong>La</strong> anciana golosaEs hermoso ese hombre. Parece un caballo desnudo.Textos tomados de Los ancianos y las apuestas, Buenos Aires: Sudamericana, 1990 (reúne textos publicados en distintosmedios desde la década de 1960).
Teatro de Javier<strong>Titiritero</strong>: (Poniéndose de pie)- Yo no sé dónde está el límite entre lo real y lo irreal. Elegí esteoficio para divertir a la gente y poder viajar.Trotamundos: (Irónico)- ¿Viajar?<strong>Titiritero</strong>: (A Trotamundos)- No me interrumpas, Trotamundos. Construí un teatro parallevarlo al hombro y fue mi cruz. Después hice a los personajes aimagen y semejanza de seres vivos, tocables, y me equivoqué.Porque el hombre no es lo que lleva escrito en el rostro, lo quedicen sus palabras. En cada hombre hay mil hombres que quierenvivir de una misma raíz, de una misma sombra.Y nunca sabemos cuál es el que nos mira, el que habla. Meequivoqué. Me duele porque amo a mis títeres. Son mi sangre.Mis manos los animan y los siento vivir. Y hay momentos queellos me manejan y yo soy el que obedece.Ordenador: (Entra por la derecha. Es joven, ágil ,alegre, con unacabellera lacia y una barbilla rala. Tiene algo de juglar y de mago.Viste un amplio traje arlequinesco, bonete con lentejuelas,zapatos puntiagudos y guantes blancos. Lleva un violín debajo <strong>del</strong>brazo. Saluda haciendo reverencias)- Señoras y señores…<strong>Titiritero</strong>: (Sorprendido)- ¿Y usted?Ordenador: (Inclinándose)- Un servidor.<strong>Titiritero</strong>:- ¿Músico?Ordenador:- Desgraciadamente, no. Y le confieso, señor, me gustaría ser músico. Tengo un oficio muy poco solicitado. Soy elOrdenador de vidas. Hago falta en todas partes, pero nadie me quiere. Vivo de la limosna. Estoy casi desnudo.<strong>Titiritero</strong>:- ¿Desnudo? ¿Y ese traje, esos zapatos, esos guantes?Ordenador:- Nada es mío. Me los prestaron en la utilería para subir al escenario. Un traje de arlequín, un sombrero de mago, unosguantes de mucamo y estos zapatos puntiagudos que parecen de un duende. Al violín le faltan las cuerdas y el arco, peroes un violín.<strong>Titiritero</strong>:- ¿Y qué viene a hacer aquí?Ordenador:- A ofrecer mis servicios. Aquí me necesitan. Soy imprescindible.Trotamundos: (A los títeres. En voz baja)- Es el Ordenador de vidas.Ordenador:- Alguien estuvo aquí; alguien que vino a intrigar. ¿Y saben quién es, quién fue? (No da tiempo a que respondan) ElDiablo.Diablo títere:- ¿Yo?Ordenador:- No, usted no. El otro. Es su razón de vida. Yo, ordeno. Él, desordena. Es el gran desordenador. Ustedes estabanencontrándose después de muchos años. Discutían, a veces, como es lógico. Y para ponerse de acuerdo había que limarpequeñísimos roces. Llegó el Diablo y enredó la madeja. Es su labor. Se divierte. Le gusta ese juego y lo hace bien.Además es muy hábil para trastocar el tiempo. Pero aquí, francamente, no ha pasado nada. […]