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El Quintanar de Cervantes<br />
JFJJ - NSM<br />
Don Quijote:<br />
caballero<br />
e hidalgo<br />
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre<br />
no quiero acordarme, no ha mucho tiempo<br />
que vivía un hidalgo de los de lanza en<br />
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo<br />
corredor». Así comienza la obra más universal<br />
de Cervantes, El Quijote, cuando nos describe<br />
a Alonso Quijano «El Bueno», hidalgo de<br />
unos cincuenta años al que define de «complexión<br />
recia, seco de carnes, enjuto de rostro,<br />
gran madrugador y amigo de la caza».<br />
La figura del protagonista es todo un símbolo<br />
de la sociedad de la época pues habla de<br />
él como hidalgo rural y al tiempo lo convierte<br />
en un caballero armado. Los hidalgos eran<br />
una parte de la baja nobleza que a pesar de<br />
no ser titulados sí que contaban con privilegios<br />
sociales y económicos. Esta hidalguía les<br />
venía por linaje, —de ahí el nombre hijo de<br />
algo—, al menos desde sus bisabuelos, por<br />
parte de padre y madre, y no hacía falta que<br />
fuera de matrimonio legítimo. Entre los hidalgos<br />
había dos grupos: «Notorios», de cuyo<br />
linaje no se dudaba, y «De Ejecutoria», los<br />
que habían tenido que litigar para ser reconocidos<br />
en la Sala de Hijosdalgo de la Real<br />
Chancillería.<br />
En 1575 había en Quintanar 35 casas de<br />
hijosdalgo notorios y de ejecutoria, entre los<br />
que destacan las familias Lodeña, Cepeda,<br />
Migolla o Villaseñor, entre otras, con procedencias<br />
muy dispares. No hubo por tanto<br />
nobleza titulada pero sí un grupo nutrido de<br />
hidalgos, muchos de los cuales tuvieron que<br />
luchar por conseguir su «carta de ejecutoria»,<br />
el documento con el que se le reconocía su<br />
hidalguía. Esto era usual cuando estos caballeros<br />
cambiaban su residencia pues se les inscribía<br />
en el censo como uno más del pueblo<br />
llano obligados a pagar ciertos impuestos.<br />
A cambio de sus privilegios tenían obligaciones,<br />
como estar siempre listos para el servicio<br />
militar, manteniendo caballo y armas. Por<br />
ello los hidalgos debían demostrar que lo eran<br />
y así cada cierto tiempo debían hacer el «alarde».<br />
Este acto consistía en salir a las calles<br />
armados, a caballo, y hacer los ejercicios propios<br />
que demostrasen que conservaban todas<br />
sus capacidades. En Quintanar, por ejemplo,<br />
encontramos referencias en 1515 a Pedro<br />
Novillo y Antón Sánchez de la Mota, que<br />
mantenían debidamente caballo y armas y<br />
habían realizado el alarde correctamente.<br />
Debía ser todo un espectáculo ver a los hidalgos<br />
salir a la plaza así y en cierto modo nos<br />
recuerda a ese don Quijote que describe<br />
Cervantes, con las armas de sus bisabuelos<br />
que ha dado lugar a su caracterización como<br />
Caballero de la Triste Figura. No resultaba<br />
ridículo por ir armado, era usual en España<br />
donde llamaba la atención a los extranjeros<br />
que la mayor parte de los hombres llevaba<br />
ceñida espada como si fuera un caballero;<br />
causaba risa porque la armadura era muy<br />
antigua y estaba desfasada. Esto ayuda a<br />
caracterizar al personaje pues no encaja en su<br />
entorno y provoca escenas divertidas como el<br />
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