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Jorge Fco Jiménez

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El Quintanar de Cervantes<br />

JFJJ - NSM<br />

Don Quijote:<br />

caballero<br />

e hidalgo<br />

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre<br />

no quiero acordarme, no ha mucho tiempo<br />

que vivía un hidalgo de los de lanza en<br />

astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo<br />

corredor». Así comienza la obra más universal<br />

de Cervantes, El Quijote, cuando nos describe<br />

a Alonso Quijano «El Bueno», hidalgo de<br />

unos cincuenta años al que define de «complexión<br />

recia, seco de carnes, enjuto de rostro,<br />

gran madrugador y amigo de la caza».<br />

La figura del protagonista es todo un símbolo<br />

de la sociedad de la época pues habla de<br />

él como hidalgo rural y al tiempo lo convierte<br />

en un caballero armado. Los hidalgos eran<br />

una parte de la baja nobleza que a pesar de<br />

no ser titulados sí que contaban con privilegios<br />

sociales y económicos. Esta hidalguía les<br />

venía por linaje, —de ahí el nombre hijo de<br />

algo—, al menos desde sus bisabuelos, por<br />

parte de padre y madre, y no hacía falta que<br />

fuera de matrimonio legítimo. Entre los hidalgos<br />

había dos grupos: «Notorios», de cuyo<br />

linaje no se dudaba, y «De Ejecutoria», los<br />

que habían tenido que litigar para ser reconocidos<br />

en la Sala de Hijosdalgo de la Real<br />

Chancillería.<br />

En 1575 había en Quintanar 35 casas de<br />

hijosdalgo notorios y de ejecutoria, entre los<br />

que destacan las familias Lodeña, Cepeda,<br />

Migolla o Villaseñor, entre otras, con procedencias<br />

muy dispares. No hubo por tanto<br />

nobleza titulada pero sí un grupo nutrido de<br />

hidalgos, muchos de los cuales tuvieron que<br />

luchar por conseguir su «carta de ejecutoria»,<br />

el documento con el que se le reconocía su<br />

hidalguía. Esto era usual cuando estos caballeros<br />

cambiaban su residencia pues se les inscribía<br />

en el censo como uno más del pueblo<br />

llano obligados a pagar ciertos impuestos.<br />

A cambio de sus privilegios tenían obligaciones,<br />

como estar siempre listos para el servicio<br />

militar, manteniendo caballo y armas. Por<br />

ello los hidalgos debían demostrar que lo eran<br />

y así cada cierto tiempo debían hacer el «alarde».<br />

Este acto consistía en salir a las calles<br />

armados, a caballo, y hacer los ejercicios propios<br />

que demostrasen que conservaban todas<br />

sus capacidades. En Quintanar, por ejemplo,<br />

encontramos referencias en 1515 a Pedro<br />

Novillo y Antón Sánchez de la Mota, que<br />

mantenían debidamente caballo y armas y<br />

habían realizado el alarde correctamente.<br />

Debía ser todo un espectáculo ver a los hidalgos<br />

salir a la plaza así y en cierto modo nos<br />

recuerda a ese don Quijote que describe<br />

Cervantes, con las armas de sus bisabuelos<br />

que ha dado lugar a su caracterización como<br />

Caballero de la Triste Figura. No resultaba<br />

ridículo por ir armado, era usual en España<br />

donde llamaba la atención a los extranjeros<br />

que la mayor parte de los hombres llevaba<br />

ceñida espada como si fuera un caballero;<br />

causaba risa porque la armadura era muy<br />

antigua y estaba desfasada. Esto ayuda a<br />

caracterizar al personaje pues no encaja en su<br />

entorno y provoca escenas divertidas como el<br />

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