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UN CRIMEN

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440. ENRIQUE MORAL DE EUSEBIO – HAMBRE<br />

La noche era perfecta. Oscura, silenciosa y ni un alma en kilómetros a la<br />

redonda. Perfecta para lo que Rob se proponía. Al pie del árbol más cercano<br />

se encontraba su cena. Una joven que había tenido la mala suerte de entrar<br />

sola en el mismo bar que él. «Qué fácil es todo después de unas copas y una<br />

vuelta en el Mercedes», pensó sonriente. Repitió los mismos movimientos que<br />

cada semana, como si de un carnicero experto se tratara, y horas más tarde,<br />

estaba lista. De vuelta a Nueva York, con las bolsas de basura llenas de la<br />

exquisita carne en el maletero, Rob se regodeó: «Jamás me pillarán. Ni<br />

siquiera los policías de la 12. Es todo tan perfecto...». A la mañana siguiente,<br />

como cada lunes, cogió el Mercedes para ir a trabajar. En su oficina todos le<br />

saludaron. Sonriente, fue hasta su despacho, se sentó tras su escritorio. Sobre<br />

él, grabado en una placa, podía leerse: Robert Stewart, fiscal del distrito.<br />

441. ENRIQUE VILLAR RODRÍGUEZ DE HINOJOSA – LOW COST<br />

Larry Mackormik, inspector de Homicidios de Seattle, se ajustaba su Sig<br />

Sauer en el pantalón de cuero mientras bajaba apresuradamente las escaleras<br />

de su desordenado apartamento. En la puerta, le esperaba su compañera<br />

Marie Foster.<br />

—¿Qué era eso tan importante? —preguntó Larry.<br />

—Tenemos otro cadáver, lo acaban de comunicar —respondió Marie.<br />

—¿La misma firma?<br />

—¡Ajá! —asintió Marie.<br />

Se hallaban inmersos en una investigación para detener a un asesino en<br />

serie, que ya había dejado un rastro de veintitrés víctimas con un modus<br />

operandi inconfundible: las estrangulaba y después les extraía piezas dentales,<br />

aunque nunca las mismas. La nevada hacía que las luces de los vehículos de<br />

emergencias crearan un ambiente irreal. Tras levantar la sábana, Larry<br />

exclamó:<br />

—¡Es el mismo hijo de perra!<br />

Mientras volvían a comisaría, una ráfaga de viento hizo caer una placa de<br />

nieve de una marquesina, dejando al descubierto un anuncio: Clínica Morton,<br />

implantes low cost.<br />

442. ENYA GOÑI – PERFECCIÓN<br />

Llevaba una hora examinando el cadáver y la habitación en que había sido<br />

encontrado. El forense había dictaminado muerte por asfixia. El asesino,<br />

probablemente, había utilizado alguna cuerda o cable, pero, más allá de eso,<br />

todo estaba limpio: no era capaz de hallar el más mínimo indicio.<br />

—¿Y bien? ¿Acaso nuestro genial inspector ya ha resuelto el crimen?<br />

No tuve que volverme para saber que el capitán estaba disfrutando. Me<br />

odia solo porque soy mejor que él. Estaba esperando mi primer fracaso<br />

desde hacía tres años, y tal vez ese fuera el día. Me incorporé.<br />

—No. El asesino, por primera vez desde mi llegada a Homicidios, no ha

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