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UN CRIMEN

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le acarician todo el cuerpo. Se estremece de los pies a la cabeza. Desea sentirle<br />

dentro, moviéndose. Ahora, él yace en la cama sin vida. Se tumba a su lado y<br />

levanta el cuchillo. Lo baja con fuerza para hundirlo en el corazón. Todo se<br />

vuelve oscuro y, mientras la vida se le escapa, por fin, lo entiende.<br />

688. JOSÉ DÍAZ DEL MORAL – EL ÚLTIMO REFUGIO<br />

La detective Wilson había seguido hasta un decrépito edificio al homicida<br />

responsable de acabar con la vida de Samuel King a los seis años. El temor a<br />

dejar escapar a un individuo capaz de cometer semejante aberración rondaba<br />

su cabeza cuando escuchó un estruendo. No advirtió que un proyectil había<br />

atravesado su cuerpo hasta que cayó al suelo y vio, en el ocaso de su agonía,<br />

al criminal empuñando un revólver. Su compañero llegó demasiado tarde.<br />

William cerró sus ojos. Había dejado que la maldad se impusiese, pero esta<br />

vez haría todo lo posible por corregir su error. Examinó el último párrafo y<br />

lo modificó para hacer que el asesino errase su disparo, dando una<br />

oportunidad a Wilson para esconderse y abrir fuego contra aquel desalmado<br />

ser humano, manteniendo así la ficción como el último refugio en el que el<br />

bien prevalecía.<br />

689. JOSÉ FRAGUAS REGUERA – LOS MALVADOS VISTEN DE NEGRO<br />

Sdrago sin embargo siempre vestía tonos pastel. Incluso en momentos<br />

como aquel, en el que tenía a su gran rival y feroz perseguidor cercado, y a<br />

punto de dar el golpe de gracia. Apuntaba al detective Furano con un revólver<br />

de seis disparos, acorralándole contra un acantilado sin posibilidad de escape.<br />

—Recuerdo la última vez en circunstancias similares —dijo Sdrago.<br />

—Mal momento para encasquillarse el arma —replicó Furano.<br />

El criminal más buscado y el mejor inspector del cuerpo intercambiaron<br />

miradas casi cómplices, sonrientes, ante aquel antiguo episodio.<br />

—Por eso, ahora le apunto con un simple revólver, nunca fallan.<br />

Sdrago tenía las de ganar en esta partida de ajedrez, pero Furano seguía<br />

sonriendo. Abrió la mano derecha enseñando su contenido.<br />

—Incluso un revólver necesita balas...<br />

—Balas recubiertas de polvo de ántrax, inspector. Ahora debe elegir su<br />

muerte: un veneno lento o una rápida caída.<br />

Furano siempre decidía bien.<br />

690. JOSÉ LÓPEZ COLOMA – LA HERENCIA<br />

—Bien, señor García. Su padre nos dejó una carta sellada que quería que<br />

usted leyera antes de proceder con la lectura del testamento. Así que, si no le<br />

importa...<br />

—Por supuesto que no. A ver... Bien, ya. Vale. Ejemm.<br />

«Queridos amigos y familia:

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