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UN CRIMEN

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902. MARCOS MANZANO MARTÍN – FANTASMAS DEL PASADO<br />

Como cada mañana, Esteban miraba a través de su ventana las primeras<br />

luces del día, esperando que se enfriase su café, pero una llamada demasiado<br />

temprana iba a perturbar su tranquilidad. Todavía con sueño, se acercó a la<br />

escena del crimen. Aunque llevaba años en la Brigada de Homicidios, su<br />

cuerpo y su mente no se podían acostumbrar a ciertas cosas. El cuerpo aún<br />

estaba caliente. Pocas horas habían pasado desde el último aliento de la<br />

víctima. Presentaba magulladuras alrededor del cuello y una marca extraña en<br />

la mejilla izquierda. Esteban perdió el aire de los pulmones. El recuerdo de<br />

una joven le pasó por su memoria. Su único fracaso. Esa mancha en su<br />

expediente que no pudo resolver y ahí estaba otra vez. Cogió aire de nuevo y<br />

sacó fuerzas de su interior dolorido por el recuerdo. «Esta vez no. Esta vez lo<br />

atraparé». El asesino había desaparecido durante años y había vuelto. ¿Por<br />

qué? ¿Por qué ahora? Era el momento de cerrar, de una vez por todas, ese<br />

expediente. Se lo debía.<br />

903. MARCOS PEDROSA SERRANO – EL CASO DEL ASESINO DEL<br />

TENEDOR Y EL CANARIO A TRESCIENTOS GRADOS<br />

Todo estaba preparado. El fuego crepitaba en la chimenea del hogar<br />

cuando Jack Machinran, el detective del bigote pelirrojo, se puso hasta los<br />

topes de LSD. Con las pupilas dilatadas propias de un felino asustado,<br />

apuñaló hasta en treinta ocasiones a su vecina del cuarto con un tenedor. A<br />

continuación, salió por la ventana, subió por la escalera de incendios y forzó<br />

la entrada del piso de Gregory, el anciano que vivía en el quinto. Tras<br />

asfixiarle y aparentar un robo, encerró a su gato en el baño y metió a su<br />

canario Spice en el horno. Con cuidado de no dejar ni una sola huella en el<br />

escenario del crimen, Jack abandonó el piso y bajó en el ascensor hasta la<br />

calle. Caminó hacia la tienda de ultramarinos más cercana y robó todo el<br />

dinero, amenazando al dueño con una pistola de juguete y una máscara de<br />

Justin Bieber ocultándole el rostro. Mientras volvía a casa horas más tarde,<br />

sonrió. «El caso del asesino del tenedor y el canario a 300 grados». Resolver<br />

aquel crimen iba a ser la bomba.<br />

904. MARGA FERNÁNDEZ – CAFÉ CON <strong>CRIMEN</strong><br />

Otro día en la comisaría. Era nuevo en el distrito, en el cual solo había<br />

problemas de robos y alguna riña, hasta que apareció un animal que estaba<br />

matando a inocentes, justificando que todos ellos tenían algo de culpables en<br />

el asesinato de su esposa. Había vuelto a actuar. Esta vez había mutilado los<br />

dedos a un periodista. En el escenario del crimen, las paredes estaban llenas<br />

de salpicaduras de sangre y había trocitos de dedos esparcidos por el suelo<br />

cerca del cadáver. El poco café que había tomado esa mañana se revolvió en mi<br />

estómago, ya que nunca había visto poco más que algún disparo o navajazo,<br />

pero en esta ocasión había un aliciente más, pues mi compañero Klarks me<br />

mostró una nota que el asesino había dejado: Él ha muerto por no escribir

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