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UN CRIMEN

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Mabel observaba a su inconsciente marido, tendido en la camilla, desde la<br />

butaca. Tres puñaladas. Y seguía vivo. Abandonó apresuradamente la<br />

habitación, intentando asimilarlo. Cuando la llamaron del hospital, creyó que<br />

lo había perdido. Había estado haciéndose a la idea. Y ahora, el latido de su<br />

corazón se le antojaba molesto. El destino le había gastado una broma cruel,<br />

pensó, enumerando mentalmente sus moratones y cicatrices. ¿Iba su vida a<br />

seguir así? Clic. Una idea. Todavía podía cambiar su futuro. Regresó. Se<br />

acercó al mostrador para disculparse por su huida. Había una caja llena de<br />

jeringas; nadie notó que faltaba una. Volvió al habitáculo y esperó antes de<br />

mirar su premio. 100 ml. Esa cantidad de aire sería suficiente. Se había<br />

tragado muchas series, sabía cómo proceder. «Adiós, Rob». Salió, no quería<br />

estar presente cuando ocurriera. Avisó a la enfermera, la encontraría en la<br />

cafetería. Tiró algo a una papelera por el camino. Se merecía una copa. Mejor,<br />

que fueran tres...<br />

1073. NATALIA MÉNDEZ SILVOSA – <strong>CRIMEN</strong> PASADO POR AGUA<br />

La tormenta hacía imposible el traslado del cuerpo. El asesino miraba al<br />

cielo desde la azotea, tranquilo, cubierto bajo un saliente, sin otra<br />

preocupación que la de no mojarse. Solitario por naturaleza, nadie iba a<br />

echarlo en falta. Pero la lluvia arreciaba y comenzaba a impacientarse. Su<br />

estómago rugía, quejándose por no haber comido nada en horas. El cadáver,<br />

sin apenas muestras de violencia, se encontraba al otro lado de un gran<br />

charco, y él realmente odiaba el agua y el viento. Miró al cuerpo<br />

preguntándose si merecía la pena esperar o si debería marcharse y encontrar<br />

otra víctima. Pero buscar otra víctima fue lo que le había hecho separarse de<br />

su presa sin ponerla a buen recaudo. Bufando frustrado, lamentándose por<br />

haber querido cazar a más de un ratón, el gato no tenía más remedio que<br />

tumbarse y esperar a que amainara la tormenta para poder saciar su apetito.<br />

1074. NATALIA RUDILLA GONZÁLEZ – RESACA PASIONAL<br />

Todo terminó con una blanca niebla. Pablo despertó aquella mañana con<br />

resaca, y mil demonios martillearon su cabeza. Siempre tenía una aspirina a<br />

mano. Salió a correr para despejarse. El aire le hizo respirar mejor, y la<br />

ausencia de gente le gustaba. Imágenes bombardearon su mente... la fiesta, la<br />

música. Oscuridad. Recordó que Sofía no estaba en la cama ¿Regresaron<br />

juntos? Aquel hombre, el beso... Pablo se detuvo. Ahora recordaba. Su<br />

enfado, la discusión..., el cuchillo. Dios, ¿qué hice? Cuando llegó, vio a la<br />

policía y una ambulancia, pero... aquella no era su casa. ¿Desde cuándo había<br />

barrotes en las ventanas? Escuchó una conversación del inspector Cantero:<br />

«Ha vuelto a matar... Otra enfermera... Asustadas...». Huyó. Como siempre.<br />

Cada vez que despertaba con resaca, volvían los recuerdos; cada vez asesinaba<br />

a su esposa. Siempre había una enfermera que le recordaba a María. Saltaba la<br />

verja del manicomio. Siempre lo encontraban. Todo terminaba con la blanca<br />

niebla cuando lo sedaban.

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