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UN CRIMEN

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Me alegra que estéis todos aquí para lo que tengo que decir. Pero sobre<br />

todo me alegra que estés tú, Carlos, mi hijo. Algunos de mis mejores<br />

recuerdos son de cuando eras niño y echábamos un partido de fútbol. ¡Qué<br />

orgulloso me sentí el día que me ganaste de verdad por primera vez! Puede<br />

que no te acuerdes, pero yo sí. Por eso fue más duro y decepcionante ver<br />

cómo ibas creciendo y te transformabas en un avaricioso desgraciado.<br />

Profundamente egoísta y rencoroso. Adicto a todo tipo de excesos, que solo<br />

quería mi fortuna y estaba dispuesto a cualquier cosa por ella...».<br />

—Señor García siga leyendo; la policía ya está avistada.<br />

«... incluso a matar... me. Y por eso mismo, hijo mío, puse cámaras<br />

ocultas por toda la casa».<br />

691. JOSÉ MORENO NAVARRO – CALOR PENETRANTE<br />

Nunca su encanto fue tan efectivo. Abrazada a él, al que hacía unos<br />

segundos intentaba torturar, ahora respiraba jadeante.<br />

—Ha sido increíble, preciosa; solo me remuerde la conciencia no haber<br />

podido detener a tu jefe.<br />

—No te preocupes; de todas maneras, el avión está punto de llegar a<br />

Londres. Ahora solo debes concentrarte en mí.<br />

Con un movimiento rápido de su mano, rompió la lámpara de la mesa<br />

en su cabeza.<br />

—Gracias, nena, era todo lo que necesitaba saber.<br />

Apartó el cuerpo inmóvil de encima de él. Su teléfono seguía hecho<br />

pedazos, así que rebuscó entre la ropa hasta encontrar el de ella.<br />

—¡Por fin!<br />

Sin dilación, escribió un mensaje al número que había estado repitiendo<br />

en su cabeza toda la noche: Detective, soy Jaime Moreno. Aterrizará en<br />

Londres en unos minutos. Tras vestirse y atar a Nina, deambuló por la<br />

habitación mirando angustiado el reloj. Se estaba empezando a desesperar,<br />

cuando sonó una alerta: Le tenemos. Y el dinero también. Te debo una copa.<br />

692. JOSÉ PADILLA DOMÍNGUEZ – SIN TÍTULO<br />

No podía moverme de la silla; angustiado y atados de pies y manos, no<br />

podía pensar en nada. No sabía por qué me tenían allí; lo único que sí tenía<br />

claro es que algo bueno no me iba a pasar. Tras la puerta que tenía frente a<br />

mí, se empezó a escuchar un ruido muy desagradable. Algo metálico sonaba<br />

contra la pared. La ansiedad se apoderaba de mi cuerpo, empecé a sufrir<br />

temblores y un escalofrío me recorría por la espalda. El sonido se acercaba<br />

más y más hacia la puerta; antes de cerrar los ojos, pude ver como el cerrojo<br />

viejo y oxidado de la puerta se abría muy lentamente. Un hombre entró en la<br />

sala con una barra de acero en las manos, a un metro de mí, la levantó con la<br />

intención de pegarme con ella, pero algo le detuvo en seco. En ese momento,<br />

abrí los ojos y vi como el cuerpo inerte del hombre caía al suelo con un<br />

cuchillo clavado en la espalda. Frente a mí solo veía un pasillo muy largo y

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