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UN CRIMEN

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y Esther de inmediato, pero lo que nadie sabía es que eran agentes secretos.<br />

Al poco, descubrieron que su hijo había sido asesinado por Christian.<br />

778. JULEN URÍZAR COMPAINS – ACUÉRDATE DE LO QUE ESCRIBÍ<br />

PENSANDO EN TI<br />

En una pequeña hoja de papel, doblada y destrozada, estaba la solución<br />

de nuestro caso. ¿En ella podía Robert Johnson darnos la clave? No era tan<br />

fácil. Nunca me lo pusieron tan fácil y tan difícil a la vez. Inmediatamente, salí<br />

de comisaría con el corazón ametrallando mi pecho, como si cada pulsación<br />

fuera cada una de las balas que he disparado de la Glock 17 que llevaba en la<br />

mano. Ahí estaba él, en la farola de aquel parque oscuro, esperándome para<br />

redimir su culpa.<br />

—¡Arriba las manos! —chillé.<br />

—¿Ese cariño tienes conmigo? —dijo tranquilo.<br />

—¿Cómo puedes ser tan hijo de puta? Mataste a mi hijo.<br />

—¿Tu hijo? —sonrió—. Querrás decir nuestro hijo.<br />

No podía pensar, ni respirar; el nudo de mi garganta quería ahorcar a<br />

ese demonio. Con una lágrima en la cara, desarmé la pistola y disparé al aire.<br />

No podía matarle. Quería que se pudriera en la cárcel.<br />

—Nunca acabarás conmigo ni con lo que escribí pensando en ti —dijo,<br />

mientras se lo llevaban otros dos agentes.<br />

779. JULI IGLESIAS MUÑOZ – DETRÁS DE LA PUERTA<br />

El señor Tana acostumbraba a encerrarse en su despacho a escribir todas<br />

las tardes. Su esposa, alarmada al no recibir respuesta cuando lo llamó para<br />

cenar, avisó a la policía. Cuando llegaron, tuvieron que romper la puerta para<br />

poder acceder a su interior. Una vez dentro, vieron al hombre tirado en el<br />

suelo. Todo estaba revuelto, parecía que hubiese estado forcejeando con<br />

alguien, papeles por todos lados, la lámpara rota y el bote con los lapiceros<br />

mordisqueados con los que escribía, por el suelo. El forense lo examinó y<br />

rápidamente descartó el infarto. Las pruebas apuntaban a un envenenamiento.<br />

¿Pero cómo? Nadie había estado con él en la habitación y llevaba muerto casi<br />

toda la tarde. ¿Se había suicidado? Nada de eso; la asistenta, con la que tenía<br />

una relación, se cansó de promesas y pasó a la acción. Sabedora de sus<br />

costumbres, untó los lapiceros con veneno y fríamente esperó.<br />

780. JULIA CARBONELL – SIN TÍTULO<br />

Llovía y era mi día libre. Estaba sola delante de un cadáver. Oía sirenas a<br />

lo lejos. ¿Qué había pasado? ¿Había asesinado a aquel hombre? Las sirenas<br />

estaban cerca, muy cerca. Cuando me quise dar cuenta, estaba esposada y<br />

dentro del coche que hacía unos minutos oía a lo lejos. El calabozo de la<br />

comisaría estaba oscuro, húmedo... ¿Qué hago aquí? Un policía me llevó a

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