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UN CRIMEN

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hospital abandonado; no tardamos en ir a investigar. Vimos el cristal roto y<br />

de fondo risas algo alocadas, entramos por él y fuimos hacia donde se<br />

escuchaban las risas: encontramos en un rincón a un hombre comiendo<br />

chocolatinas con una camisa de fuerza rota y un arañazo en la cara; fue<br />

detenido y llevado a un psiquiátrico.<br />

597. ISABEL AYALA RODRÍGUEZ – FANTASMAS DEL PASADO<br />

Richard se paró en todos los espejos camino a la sala de conferencias. En<br />

uno se colocaba la corbata, en otro el pelo... hasta se le escapó una risita<br />

traviesa cuando Helena, su nueva superagente soltó su enésimo suspiro de<br />

exasperación. ¡Cómo disfrutaba sacando de quicio a esa mujer! En realidad,<br />

era una estupenda agente y le había organizado la gira de presentación por<br />

Europa, que, afortunadamente, llegaba a su fin. La sala de conferencias del St.<br />

Regis tenía vistas al Arno y a la preciosa Florencia, y Rick se prometió volver<br />

pronto con Kathy. En el salón abarrotado le esperaban los fans, la prensa y<br />

algunos representantes culturales, aunque entre la multitud pudo distinguir<br />

los ojos de la mujer que amaba, pero, no era ella, sino aquella que había<br />

marcado sus vidas, pensaba mientras miraba fijamente a su difunta suegra:<br />

Johanna Kathy.<br />

598. ISABEL DA SILVA SOUSA – CRÓNICA<br />

Se halló en aquel lugar oscuro, reconfortantemente familiar, y con la<br />

certeza de que tenía que accionar la luz para encontrar lo que venía buscando.<br />

Se iluminó la estancia y procuró ser silenciosa. Tanteó el sitio y allí estaba.<br />

En el cajón del escritorio, podía sentir el objeto en su interior pidiendo<br />

liberación. Al sacarlo, entendió las prisas de su jefe al pedirle ir al<br />

apartamento de su exmujer; ella se había negado, pero, al final, había accedido<br />

con la amenaza de despedirla por actos lascivos en la oficina si no lo hacía.<br />

Observó el objeto pesado, de portada dura y hojas densas, con unas letras en<br />

el lomo que anunciaban algo terrible, y se vio abriéndolo en acto desafiante.<br />

Advirtió ruidos en la puerta. «Estoy perdida», pensó. Miró a su alrededor y<br />

solo encontró una ventana que daba a un patio. Las pisadas que se oyeron no<br />

eran las de una mujer. Fuertes y con decisión se acercaban a la puerta y no<br />

pudo pensar; saltó.<br />

599. ISABEL DÍAZ RUIZ – MADRUGADA SANGRIENTA<br />

Un gran charco de sangre rodeaba el cuerpo de la chica. El asesino,<br />

enfrente del cuerpo, observando la magnífica obra que había conseguido. Se<br />

arrodilló ante ella y contempló su pálido rostro; de su bolsa cogió un ramo<br />

de hortensias blancas, las colocó en su pecho y también una nota que decía:<br />

Que descanse en paz. Le peinó con las manos su cabello desmelenado y con el<br />

móvil de la víctima llamó a la policía. «Añadidme un crimen más», dijo e

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