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UN CRIMEN

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1042. MIGUELO GUARDIOLA MARTÍNEZ – LA FUENTE<br />

Otro más este mes y ya van cinco. ¿Cómo demonios lo hace? ¿Cómo<br />

consigue meterlos ahí sin que nadie se entere? ¿Y qué le ha llevado a elegir<br />

este modus operandi? Debe ser un tipo enorme para hacer eso con tanta<br />

facilidad. No hay signos de lucha en ninguna de las víctimas, ni tampoco<br />

restos de estupefacientes. Es casi como, si en vez de ser obra de un asesino,<br />

fuera una moda de internet, que a la gente se le está yendo de las manos. Un<br />

reto absurdo más de tantos que hay. Pero no, sabemos que hay alguien detrás<br />

de todo esto, alguien que, de alguna manera inexplicable, consigue que sus<br />

víctimas entren en el baño de una discoteca abarrotada y permanezcan así, de<br />

rodillas en el suelo y empapados, con un brazo en la llave de paso y la cabeza<br />

metida en un urinario atascado, hasta ahogarse.<br />

1043. MIKEL ZULUETA – PREDESTINADO<br />

«Hoy no va a ser el último día»; esas eran las ocho palabras que no<br />

dejaban de repetirse en mi mente. Noté la sangre de mis heridas de la nariz y<br />

del labio resbalando por mi rostro y recorriendo mi cuello. Los latidos podía<br />

contarlos dentro de mi cabeza, ya que parece que me ardía. Mis manos atadas<br />

detrás de mi espalda estaban ya dormidas porque el nudo me apretaba tanto<br />

que no dejaba pasar el riego sanguíneo. Mis párpados se caían poco a poco y<br />

yo intentaba no cerrar los ojos, repitiéndome una y otra vez esas mismas<br />

ocho palabras. No pensé que fuera posible, pero, de repente, se abrió la<br />

puerta del despacho de la tortura de golpe y apareció mi fiel compañero<br />

metiendo una bala entre ceja y ceja a los tres que me retenían casi sin darles<br />

tiempo a levantar su arma.<br />

1044. MIKI TORRES – SIN TIEMPO PARA REACCIONAR<br />

Llegamos hacia las 16:00 a la cabaña. Dirk y Rachel ocuparon la litera,<br />

por lo que yo me fui directo a la cama individual. Aprovechando el<br />

espléndido día, ellos dos fueron a dar un paseo fraternal. Dirk estaba mal y<br />

no superaba su divorcio, así que le iría bien. Yo, por mi parte, me quedé<br />

durmiendo. Me despertaron unos gritos y dudé de quién podía ser, pues no<br />

había nadie en kilómetros a la redonda. Tardé un par de segundos en<br />

reconocer esa voz. Era Dirk. Entró aterrorizado y tembloroso en la cabaña.<br />

Venía solo. Algo iba mal. Intenté tranquilizarlo, pero fue imposible. Me<br />

contó, entre sollozos, lo ocurrido: «¡Mientras paseábamos... una piedra...<br />

mucha sangre!». Le pedí que se explicase mejor y prosiguió: «Empezamos a<br />

correr, y Rachel se tropezó y se golpeó la cabeza con una roca. Sangraba<br />

mucho y me asusté, no se movía...». Fuimos corriendo para arreglarlo, pero<br />

ya era tarde. Todo eso era demasiado para Dirk. No soportaba tanto<br />

sufrimiento. Empezó a correr hacia un barranco. Y saltó.

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