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UN CRIMEN

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el regreso a casa era contar las veces que tenía que levantar el pie para subir un<br />

peldaño más. Hoy, su atención se centraba en el reguero de sangre que<br />

parecía dirigirse directamente a su bloque de viviendas. Cruzó el paso<br />

subterráneo, un charco oscuro indicaba que el herido se había detenido a<br />

descansar. Alguien lo había pisado, la huella de una zapatilla deportiva<br />

continuaba paralela al rastro de sangre. Estaban siguiendo al herido.<br />

Desenfundó su arma reglamentaria, se sentía más seguro con ella en la mano.<br />

¿Debía pedir refuerzos o continuar solo? No tuvo que decidir. Los disparos<br />

rompieron el silencio. Empezó a correr y los vio: ella sostenía el arma,<br />

sangraba abundantemente por un brazo y lloraba. Supo que pronto cambiaría<br />

de barrio. Silvia acababa de matar al violador que durante meses había estado<br />

persiguiendo.<br />

1028. MIGUEL CHAMIZO – <strong>UN</strong> EMBARAZO DE RIESGO<br />

Tim y Paul estaban en el bar La Guarida. Tras más de treinta años como<br />

detectives de Homicidios, jamás habían perdonado la birra de después, y no<br />

lo iban a hacer el día de la jubilación de Paul. «¿Cuál crees que ha sido<br />

nuestro peor caso sin resolver?», preguntó Tim. Ambos estuvieron de<br />

acuerdo en que había sido el de Jane Smith, una chica embarazada de ocho<br />

meses que había llegado al hospital pensando que el parto se había<br />

adelantado. En menos de una hora, tanto ella como su hijo nonato habían<br />

fallecido. El examen toxicológico reveló un alto contenido de cianuro en<br />

sangre. El único sospechoso fue el novio y padre del niño, aunque pronto se<br />

descartó. Los policías se marcharon del bar con mal sabor de boca al no<br />

haber podido resolver aquel caso. Ninguno hubiese imaginado jamás que la<br />

ultrarreligiosa madre de Jane había sido capaz de envenenar a su propia hija<br />

solo por haber decidido tener descendencia sin haberse casado antes.<br />

1029. MIGUEL DE DIEGO RUIZ – APARIENCIAS<br />

El cuerpo aún caliente permanecía inclinado sobre el desgastado brazo<br />

del sillón cuando Ann lo encontró. Hacía dos días que la pareja se había<br />

alojado en aquella pensión. Su llamada a la policía no dejaba lugar a dudas.<br />

Era un crimen pasional. El rico y despechado marido, según la joven, les<br />

había perseguido por diversas ciudades antes de darles caza allí. La autopsia<br />

corroboró totalmente el relato de Ann, y el análisis de balística señaló al 9<br />

mm de su esposo como causante de la muerte. La detención del marido se<br />

produjo en un hotel cercano al escenario del crimen. El hallazgo del arma<br />

asesina parecía poner punto final al caso. Sin embargo, alguien sospechó al<br />

ver que las fechas de alojamiento del marido eran siempre previas a las de la<br />

joven pareja. Se probó finalmente que habían sido ellos los que habían<br />

seguido al presunto culpable, y había sido ella la que, tras asesinar a su<br />

amante, se había reunido con su esposo para devolverle el arma que había<br />

sustraído de su casa y así inculparlo.

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