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UN CRIMEN

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—Bueno, esto sin dudar lo pongo en mi currículum —bromeó él<br />

intentando paliar nuestro estado de shock.<br />

997. MARTA LIETOS ÁLVAREZ – ASESINATO EN EL TEATRO<br />

¡Bang! Mientras el cuerpo sin vida del actor Leblanc se desplomaba, los<br />

gritos de horror y miedo inundaban el teatro. El pánico cundió, y los<br />

espectadores salieron de la sala rápidamente. Él creía que nadie le había visto<br />

cometer el crimen, pero se equivocaba: la detective García lo había visto todo<br />

desde el palco. Bajó lo más rápido que pudo hacia la platea, donde había visto<br />

al asesino vestido de acomodador. Cuando llegó, ya no estaba; aun así, por<br />

suerte para ella, ese no era el primer crimen que presenciaba en un teatro, así<br />

que, aunque le hubiese perdido de vista, sabía que probablemente se estaría<br />

dirigiendo hacia los camerinos para cambiarse. Cuando García entró allí,<br />

encontró al asesino apuntándole con una pistola. Poco más pudo hacer, aparte<br />

de llamar a la policía, ya que, para su sorpresa, el asesino acabó con su propia<br />

vida.<br />

998. MARTA M. S. – SIN TÍTULO<br />

Los restos de Mark descansaban sobre la alfombra de su estudio. Los<br />

inspectores observaban el charco de sangre que se extendía bajo su cuerpo en<br />

contraste con la escasez de ese líquido en la herida de su pecho. Ni un arma,<br />

ni un motivo, ni una pista. Solo cientos de libros de poesía y ensayo<br />

decoraban las frías paredes. «Lógico: Mark adoraba la literatura», fue lo único<br />

que pudieron decir sobre él aquellos que le conocían. El caso se abandonó<br />

por falta de pruebas. Sin embargo, la clave para resolverlo seguía esperando a<br />

ser encontrada en el estudio de la víctima. Aquel trozo de papel en blanco,<br />

húmedo, tendido en el suelo, que de no ser por el líquido derramado habría<br />

rezado: Y me despido con la estaca de hielo que al derretirse borre de mi<br />

cuerpo la sangre y de mi mente el recuerdo de la vida.<br />

999. MARTA MARTÍNEZ TEJERO – LA HERENCIA<br />

Le quedaba poco. La sangre manaba por su cuello como si de un<br />

manantial se tratara. Sus manos trataron de zafarse de las esposas que<br />

aprisionaban sus muñecas y de las cuerdas que ataban sus tobillos, pero era<br />

imposible. Sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad. Le resultaba<br />

familiar el aroma mezcla de tabaco y ambientador de lavanda. También el<br />

sonido procedente de la calle. Sabía dónde estaba. Recibir la noticia de la<br />

herencia de su tía había sido el detonante de todo. No tenía hijos, por lo que<br />

su hermano sabía que, en caso de fallecimiento, el heredero sería él. Tras<br />

meses de sentirse amenazada, llamó a la policía, avisó a su familia y amigos,<br />

pero nadie la creyó... Era su hermano, por el amor de Dios. La encontraron<br />

en un charco de sangre inconsciente. Su tía lo había previsto en el

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