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UN CRIMEN

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trazada en su frente. Recordó entonces lo ocurrido, una película en blanco y<br />

negro con adornos rojos. Claro que el asesino estaba allí, lo tenía justo<br />

delante, dibujado en el reflejo que le mostraba la verdad. Era él.<br />

73. ALMUDENA IGLESIAS NAPOLEÓN – LA MALINCHE<br />

Pasada la medianoche, una pareja paseaba por la calle Hernán Cortés. Un<br />

grito les hizo parar en seco y seguir el sonido de auxilio de una mujer. Al<br />

llegar, no pudieron hacer nada por salvarla; la chica susurró «Marina» y ya<br />

no pudo decir nada más; yacía muerta con más puñaladas de las que se<br />

pudieran contar. Poco después, llegaría la policía y abriría el caso La<br />

Malinche, al descubrir que la chica era una arqueóloga especializada en la<br />

conquista española del Imperio azteca. Además, alguien había robado sus<br />

investigaciones, ya que esta conocería el paradero del abanico que Hernán<br />

Cortés le habría regalado a La Malinche tras convertirse en su amante.<br />

Posiblemente, el ladrón sería el mismo asesino o quizás no. Chris tenía un<br />

nuevo caso entre manos que resolver.<br />

74. ALMUDENA LÓPEZ MOLINA – LOS OJOS ABIERTOS<br />

En la sala de archivo que servía de comedor en la comisaría, Abel<br />

depositó la piel del pescado sobre los ojos lechosos e inmóviles. Masticando,<br />

contempló el periódico: Mauricio salía de la cárcel. Su gesto cabizbajo<br />

impedía ver sus ojos, pero aún se le reconocía a pesar de haber perdido su<br />

aspecto rollizo. Abel recordó el escalofrío de las tardes después del colegio:<br />

comprar chuches en el kiosco del señor Mauricio era exponerse a miradas<br />

incómodas. El juicio con jurado popular le declaró culpable del asesinato de<br />

la pequeña Luci, aunque no había pruebas concluyentes. Abel pensó que él<br />

habría llevado el caso de otra manera, claro. Más abajo, se encontró con las<br />

trenzas de Luci, enmarcando su sonrisa mellada. ¿Qué iba a hacer? Era su<br />

hermano pequeño y no tenía intención de hacerle daño. Ella quería jugar,<br />

pero nadie la había invitado. Desde la página del periódico, esos ojos alegres<br />

zarandearon el recuerdo de Abel: aquel día no se habían cerrado bajo el<br />

primer puñado de arena.<br />

75. ALMUDENA MOLINA GARCÍA – ¿EXISTE EL <strong>CRIMEN</strong> PERFECTO?<br />

Todo estaba planeado: su rostro, bien cubierto, para no ser reconocido;<br />

sus manos, enguantadas, para no dejar huellas; las suelas de sus zapatos,<br />

lijadas, para no dejar su impronta. Lo único que le quedaba era una víctima;<br />

entró en un pequeño taller mecánico de la zona y encontró a quien le iba a<br />

hacer más hombre ante sus amigos. Se acercó y, antes de que el señor pudiera<br />

reaccionar, un cúter había cortado su yugular. Con la boca seca y el cuerpo<br />

tembloroso, el asesino salió del lugar, aún sin poder creer lo que acababa de<br />

hacer por puro reconocimiento social, pero ahora iba a dejar de ser el chico

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