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UN CRIMEN

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2004. Aquel número dictaminó mi sentencia de la forma más fría posible<br />

cuando yo estaba cruzando la calle. Una luz, un ruido y, de repente, nada.<br />

Comprendí que esas pequeñas coincidencias de la vida siempre tenían un<br />

significado; en mi caso: la muerte.<br />

932. MARÍA CRESPO CUTRÍN – COLECCIONISTA DE MUERTES<br />

Cuenta la leyenda que, cierto día de lluvia, un cadáver destrozado,<br />

literalmente, apareció enfrente de la catedral de Santiago de Compostela. La<br />

leyenda no debe de ser cierta, ya que apareció mucho antes de haberla<br />

construido, según dicen. El caso es que el cadáver, putrefacto y mohoso,<br />

estaba dividido en tres partes: cabeza, tronco y genitales. Según los forenses,<br />

después de haber analizado la tercera parte, se decidió que era un varón<br />

adulto, aunque no estaba muy claro. No pudieron localizar a la familia y lo<br />

enterraron por su cuenta en un pequeño cementerio de Lestedo, Boqueixón,<br />

A Coruña. A los dos días del entierro, se empezó a correr la voz por el<br />

pueblo de que aquel hombre no tenía identidad. Un día después, el cadáver<br />

desapareció, y no se supo más hasta finales del 2014. En diciembre,<br />

encontraron muchísimos esqueletos de diversos cadáveres de mil años de<br />

antigüedad, y otro de hacía tres... el supuesto coleccionista.<br />

933. MARÍA DE LOPE – SU CUELLO, SU VIDA, EN MIS MANOS<br />

Tenía su cuello en mis manos. Con un simple movimiento, seco y<br />

certero, podría, si quería, cercenárselo. Él parecía no darse cuenta; su cara no<br />

expresaba ningún temor. Me miraba a los ojos, supuestamente tranquilo, y<br />

yo le devolvía la mirada aparentando la misma tranquilidad, aunque un ligero<br />

temblor me delataba. Sin premeditación, volvió el pensamiento envenenado...<br />

«Le tengo en mis manos, su cuello está ahí, ofreciéndose, susurrándome: haz<br />

lo que quieras conmigo». Mientras su yugular, expuesta y frágil, latía a un<br />

ritmo acompasado, imaginaba la sangre saliendo a raudales por el corte que<br />

yo misma le había infligido, un corte perfecto, de un solo tajo. Imaginaba su<br />

mirada en ese instante, ¿sería de estupor? Imaginaba la mía... ¿de qué sería mi<br />

mirada?... Sería una mirada de: ¡Lo he hecho! No sé cómo, ¡pero he sido<br />

capaz de hacerlo! O más bien sería de: ¿Cómo he sido capaz de hacerlo?, ¿por<br />

qué?, ¿por qué lo he hecho?...<br />

—Cariño..., ¡¡ehh!! Cariño..., ¿ya has terminado de afeitarme?<br />

934. MARÍA DE SIMÓN – TROMPETA DE OTOÑO<br />

Todavía quedaba una pequeña mancha en la trompeta. La frotó hasta que<br />

desapareció, con cuidado de no rayar el metal. Había tenido mucha suerte de<br />

no dañarla con los golpes. Guardó el trapo, antes blanco, en el maletín donde<br />

tenía todo su material y sacó la gasolina. Oh, sí, ese iba a ser un buen fuego.<br />

Mientras iba echando a la parrilla los trozos de su vecino, se le venían a la

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