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UN CRIMEN

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parecía querer amarle.<br />

—Me enamoraste, me llevaste como gusano de seda que poco a poco va<br />

creándose mariposa robándome la calma. Pero algo ha cambiado y no titubeé<br />

en poner cianuro en tu copa.<br />

Esperé que las palabras fuesen con él allá donde vaya el espíritu, y como<br />

si fuese su repuesta inmediata, el vaho de su boca me pareció por vez primera<br />

el de un muerto helado. Muchos creen que se suicidó; mi suegra fue la única<br />

persona que relata haberme visto viva, con mi vestido de novia a las doce en<br />

punto, ante la magnífica puerta por donde se supone que saldría de la mano<br />

de mi esposo.<br />

955. MARÍA E. MÁRQUEZ TORO – <strong>UN</strong> HOMBRE LOBO RABIOSO<br />

Andrés Martínez murió la noche del 31 de octubre. Un testigo presencial<br />

vio a la víctima perecer a manos de un hombre lobo. La madre contó que<br />

había estado trabajando para el capo de una banda, César Castro. Él explicó<br />

que eran amigos, que lo consideraba un hijo. El capo comenta que si el padre<br />

se hubiera enterado de la relación que tenía con él se habría enfadado, porque<br />

era muy severo con su hijo. Interrogan al padre y descubren que conocía la<br />

relación. Empieza a enfurecerse y a mostrar signos de ira. El padre confiesa<br />

que en un ataque de ira y de rabia salió disfrazado para vigilar al hijo y, al<br />

verlo con el capo, enfureció y le clavó un cuchillo a su hijo en la espalda.<br />

956. MARÍA ISABEL GARRIDO CURES – LECHO DE CRISTAL<br />

—Pensaba que la caída bastaría —dijo él, mirando hacia la ventana por la<br />

que la había empujado.<br />

—Bueno —sonrió, y se le formó un hoyuelo junto a la boca—, con<br />

tantos cortes y cristales uno más ni se verá.<br />

Se agachó a su lado y hundió una navaja en su cuello.<br />

Varias horas después, un desconocido se acercó corriendo a los agentes.<br />

—Vosotros me habéis llamado —les dijo cuando lo sujetaron—. Soy su<br />

contacto de emergencia. —Henri Chasseur lo miró e hizo un gesto para que<br />

se acercase—. Soy Jean Tisserand, psicólogo —se presentó, mirándola.<br />

—Cielo santo, finalmente lo ha hecho —murmuró—... Ya lo había<br />

intentado antes, pero pensaba que podría ayudarla.<br />

Apretó los labios y se dibujó un hoyuelo en su mejilla izquierda. Henri<br />

volvió a mirar el cuello de la chica y frunció el ceño.<br />

—Cuando un cristal forma un corte así de profundo, es casi imposible<br />

que salga solo.<br />

—Si puedo... ayudar en algo —dijo Jean.<br />

El inspector Chasseur asintió con la cabeza.<br />

—No se quede muy lejos.

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