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UN CRIMEN

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verle acercarse, se pone nerviosa.<br />

—Buenos días. ¿Le pasa algo en la mano?<br />

Asustada, intenta huir. Él le agarra la muñeca y ve un corte muy reciente.<br />

Tiene un cuchillo en el bolso, el arma del crimen. La víctima iba a casarse con<br />

el exnovio de la asesina; la envidia es el móvil. Las sospechas del detective se<br />

confirman.<br />

795. LA LORA DE MEDINA – JANE DOE<br />

El detective O’Connor seguía dándole vueltas al caso. Jane Doe.<br />

Veintitantos, alta, rubia, guapa y de ojos azules. El sueño de cualquier<br />

hombre. ¿Cuál era el motivo para matarla? Sumergida durante días en un<br />

depósito de agua, todo posible rastro había desaparecido. Las yemas de sus<br />

dedos quemadas y sus dientes arrancados impedían identificarla, y su rostro<br />

no coincidía con ninguna desaparecida. Decidió seguir su instinto. Pidió a los<br />

medios que no informaran. El asesino se pondría nervioso y cometería un<br />

error. Siempre lo hacían. O‘Connor salió del anatómico con una pequeña<br />

esperanza. Nunca había abandonado un caso. No importaba la dificultad o los<br />

años que transcurrieran. Él era un tiburón, como le llamaban sus<br />

compañeros. El mejor en lo suyo.<br />

796. LAFARMACIA DESDECASA – TIERRA HÚMEDA<br />

Los restos aparecieron en un bosque sobre la ría, donde se encontraban<br />

los castillos que vigilaban la ciudad. Era una finca abandonada que una pareja<br />

había heredado y en sus ratos libres limpiaban poco a poco. Bajo un gran<br />

castaño, encontraron algo duro y, al quitar la tierra, apareció un hueso<br />

bastante grande. Al llegar la policía, el forense le comunicó al inspector:<br />

—Son muy antiguos, y hay varios.<br />

El inspector recordó mirando hacia el mar que la batalla contra los<br />

ingleses había sucedido en aquella zona, y los restos no eran ni del siglo<br />

pasado.<br />

797. LAIA RÍSQUEZ GUITERAS – EN ALGÚN LUGAR<br />

«Hace frío»; una brisa glacial me acaricia el rostro. Siento mi cuerpo<br />

entumecido, húmedo y mugriento. La luz que desprenden las estrellas me<br />

ayuda a vislumbrar la silueta inequívoca de unos árboles; siento la tierra<br />

humedecida bajo mi cuerpo. Mi mente, adormecida, intenta hallar respuestas,<br />

pero está en blanco. Mi noción del tiempo se distorsiona. Estoy confusa. Un<br />

dolor agudo recorre mi cabeza, junto con la imagen de una habitación oscura<br />

y lúgubre. Veo a Ana en el suelo, y mucha sangre; una risa siniestra de<br />

fondo. Luego, un destello seguido de un disparo. Deslizo mi mano por mi<br />

vientre hasta dar con lo que me temía. El horror me invade. Grito, pero solo<br />

sale un débil gemido; mi cuerpo ya no responde. Mis ojos pesan. Las luces

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