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En todas las escuelas que visitamos parecía haber
un buen nivel educativo. Se manejaban áreas con
contenidos similares a los que conocemos, los chicos
aprenden alrededor de tres idiomas distintos y, además,
llevan clases regulares de música, cocina, carpintería
y costura. La idea es que terminen la escuela con una
formación integral y con conocimientos básicos para
valerse por sí mismos. Recordemos que Finlandia es
un país con muchas cosas buenas, pero que no tiene
las comodidades que nosotros tenemos, así que
deben asegurarse que los chicos realmente salgan
listos para la vida.
Como mencionaba, en las escuelas había un buen
ambiente y se apreciaba que los chicos tenían muchas
ganas de aprender y parecía que realmente disfrutaban
haciéndolo. No es como usualmente se piensa: una
gran burbuja maravillosa donde los chicos son libres
y aprenden mágicamente y de manera natural y sin
esfuerzo. Por el contrario, hay una gran preparación
de los maestros, en cuanto a contenido y desarrollo de
cada clase; existe también muchísima coordinación
entre ellos para realmente atender las necesidades
de cada chico. Asimismo, manejan sus propias
evaluaciones, pero no por la necesidad de poner una
nota, sino porque es una manera muy efectiva de
determinar el progreso que van teniendo los alumnos.
También tienen tareas y en general parece haber un
nivel de exigencia acorde con cada edad. Todo esto
va de la mano con un compromiso de los chicos de
esforzarse por aprender y de los padres de confiar en
que la escuela sabe lo que hace. Nuevamente surge
el tema de la confianza, confianza en que el alumno
va a hacer lo mejor posible y que sus padres lo van a
apoyar.
“Todo esto va de
la mano con un
compromiso de los
chicos de esforzarse
por aprender y de los
padres de confiar en
que la escuela sabe lo
que hace”.
Otro ejemplo de esta “confianza” es que a nadie se
le ocurre insistir en que un chico vaya a determinada
escuela o determinado grado si es que no está listo
para ello. Así, por ejemplo, varias escuelas tenían una
suerte de nivelación para los chicos que no estaban
listos para entrar a primer grado un año después.
Igualmente ocurre con el ingreso de los niños con
necesidades especiales a cada escuela: cada vez que
preguntamos si tenían algún alumno con discapacidad
intelectual se sorprendían mucho con la pregunta y
nos decían que ellos no eran un centro especializado
y que ningún papá iba a querer que su hijo vaya a una
escuela que no estaba preparada específicamente
para atenderlo.
Tuvimos la suerte de encontrarnos con una alumna
mexicana que había pasado por varias escuelas
en Finlandia y nos contó que, en comparación con
su experiencia en México, ahora sentía su mente
“menos estresada” porque había menos presión, pero
que en su opinión estaba aprendiendo cosas más
importantes y con mayor contenido.
En las clases que visitamos encontramos que en la
práctica las sesiones no son tan diferentes de lo
que hacemos en nuestro colegio. Hay clases donde
se trabaja en proyectos; otras, como por ejemplo
matemáticas, en las que resuelven ejercicios bajo la
dirección de un alumno y con la participación de los
demás. Vimos también clases magistrales y según
nos comentaron, no están vetadas ni mucho menos. El
tipo de sesión depende de muchos factores: de lo que
se esté viendo, de lo que el profesor haya programado,
de lo que busque provocar en los chicos, entre otros.
Al final el elemento común que encontramos es el
objetivo de que los alumnos realmente aprendan,
y lo que han hecho es estructurar un sistema que
ellos consideran es el más adecuado para lograr este
aprendizaje. No se trata de bajar la presión para que
los chicos sean más felices, sino de bajar un poco
el nivel de estrés para que el aprendizaje se dé de
la mejor manera posible. Evaluar no para poner una
nota o para generar competencia, sino para poder
identificar si un chico está aprendiendo o no. Estas
notas, este reflejo del grado o nivel de aprendizaje que
ha logrado un alumno, finalmente van a determinar a
qué tipo de escuela superior van a poder asistir, o qué
carrera universitaria van a poder estudiar. Finlandia
no es el paraíso terrenal donde los alumnos aprenden
jugando. Claro que se les exige, pero es una exigencia
natural y que está en un equilibrio con la confianza. No
hay amenaza de notas o de jalados o suspensiones.
Los chicos estudian porque tienen que hacerlo. Si no
lo hacen lo que se compromete es su futuro porque
les va a ser muy complicado sobrevivir y entrar a un
buen lugar después del colegio para estudiar lo que
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