La Sirena Varada: Año II, Número 10
El décimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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Tenía el cuerpo cubierto y el frío era<br />
estremecedor y quemante. El perfume<br />
que sentía en mi nariz, me llenaba hasta<br />
los pulmones.<br />
Un arañazo me estremeció con picardía,<br />
y un grave ronquido me hizo temblar.<br />
Una silueta se mezcló con la mía,<br />
y quería bailar.<br />
Odié con todas mis fuerzas la parálisis<br />
del soñador. Quise decirle a la silueta<br />
que hacía mucho frío para bailar con<br />
ella, pero insistió.<br />
Aunque no podía moverme, me jaló y su<br />
grave ronquido se volvió hermosa melodía.<br />
No estaba soñando, llegué muerto y<br />
me fui bailando.<br />
Karou<br />
Cuando abrimos el último de aquellos<br />
viejos cofres, una ráfaga de viento hizo<br />
apagar la lumbre de nuestras antorchas,<br />
y un grito espectral acompañado<br />
de un flotante hedor putrefacto nos<br />
llegó retumbando entre las paredes<br />
pétreas. Al volver a encenderlas vimos<br />
aquello, ¡el cadáver ennegrecido del<br />
Capitán Kidd yacía frente a nosotros!<br />
Acechándonos, con los ojos podridos,<br />
cosas huecas detrás, la boca gris y entreabierta<br />
arrojaba el olor nauseabundo,<br />
y pegadas a los jirones de su casaca<br />
roja, estaban aquellas viejas cadenas<br />
con las que había colgado frente a las<br />
aguas del Támesis...<br />
Gustavo Santiago Castro Moreno<br />
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