La Sirena Varada: Año II, Número 10
El décimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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<strong>La</strong> violencia es algo que ha germinado<br />
fructíferamente en el ser<br />
humano con el paso del tiempo,<br />
llegando así a formar parte indispensable<br />
del proceso evolutivo y tecnológico<br />
al que nos hemos visto sometidos a lo<br />
largo de los siglos. Cosas que tampoco<br />
escasearon cuando decidimos poner<br />
nuestra mirada en las estrellas, con el<br />
deseo de los antiguos conquistadores<br />
de conocer y apropiarnos de estas desconocidas<br />
tierras escondidas entre la<br />
negrura del espacio.<br />
Pero para responder a esto no podemos<br />
limitarnos a una vulgar amenaza,<br />
pues cualquier especie que habite en<br />
esta galaxia es perfectamente capaz de<br />
acabar con la vida de un ser humano,<br />
descartando así a la agresividad arcaica<br />
como el verdadero peligro detrás<br />
de una frase humana. Por otro lado se<br />
presenta una simple Idea, pero tampoco<br />
puede esta ser descartada de inmediato,<br />
pues una idea no distingue fronteras,<br />
razas o sexos, no es importante<br />
para ella si la comprenden, ni tampoco<br />
le causa mayor problema el cómo<br />
pueden llegar a interpretarla, lo único<br />
que tiene una verdadera relevancia en<br />
la vida de una Idea es su propagación,<br />
pues la efectividad de la misma se basa<br />
únicamente en cuantas mentes pudo<br />
cambiar, cuantas fantasías pudo generar,<br />
y de cuantos sueño se le pueden<br />
atribuir a su autoría.<br />
Como la más infecciosa de las fiebres<br />
es capaz de esparcirse por el mundo<br />
con la misma facilidad con la que una<br />
mancha de pintura le roba el panorama<br />
a un lienzo en blanco, una idea cumple<br />
su propósito al arrebatar a la población<br />
de un país de su idiosincrasia ya establecida.<br />
Todo esto por medio de una infección<br />
(en algunos casos voluntaria) que<br />
es capaz de generar envidia en el más terrible<br />
de los parásitos, pues se presenta<br />
como una utopía para su existencia. Si<br />
acaso, el idioma es en ocasiones el único<br />
freno que suele ver en toda su vida, y<br />
digo freno a propósito, pues en ningún<br />
momento es capaz de frenar como tal su<br />
incipiente conquista incorpórea.<br />
Llegados a este punto, considero<br />
bastante sencillo entender el peligro<br />
que supone el esparcimiento aleatorio<br />
e indiscriminado de ideas, y aún así no<br />
todas las ideas son capaces de impactar<br />
al mundo de la forma que otras lo<br />
han hecho en el pasado, lo cual nos<br />
lleva a los nutrientes que requiere una<br />
idea para convertirse en la suprema expresión<br />
de la capacidad humana a la<br />
que nos referimos con anterioridad.<br />
• Un ser capaz<br />
• Una idea<br />
• Un pueblo para compartirla<br />
Lo más complicado de esta receta se<br />
encuentra en encontrar un ser que se<br />
pueda clasificar como «capaz», pues<br />
aún no es posible identificar las características<br />
aisladas que lo llegan a conformar,<br />
pues como tal, solo ha existido<br />
un ente así en toda la historia de nuestra<br />
tan querida especie.<br />
Todo esto cambió cuando este único<br />
ser humano «capaz» decidió ceder su privilegiado<br />
lugar a todos los seres humanos<br />
del planeta. Dando así el primer paso<br />
para lo que se convertiría en la Gran Peregrinación<br />
del hombre hacia las estrellas.<br />
Cualquier parásito se hubiera visto<br />
asqueado de presenciar el desastre que<br />
provocó la introducción del ser humano<br />
dentro de la población espacial.<br />
Klogs, Resps, Tranus y Artens tuvieron<br />
su primer contacto con otra especie<br />
inteligente portando el papel de víctimas,<br />
ya que al ser las primeras especies<br />
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