La Sirena Varada: Año II, Número 10

En lo militar, imaginemos a un sargento
que no da órdenes, que no les
grita imprecaciones a sus soldados. En
una batalla de a de veras, el sargento
quisiera ser otra vez soldado, entre
paréntesis (a lo mejor hasta quisiera
ser niño) repito que tal vez quisiera ser
soldado cuando tiene que enfrentarse
al enemigo y tratar de conquistar una
trinchera o una colina estratégica. Ahí
es donde añora ser soldado y no tener
mayor responsabilidad que la de cuidar
por su vida y no tener que cuidar
también por la vida de otros.
Al ir creciendo en la vida profesional,
el ser humano adquiere responsabilidades
que antes no tenía y tampoco
tenía por qué tenerlas. Solo que ahora
ya dio un paso para un escalón más y
obviamente, le van exigiendo más.
Así que a cambiar y a aceptar las nuevas
responsabilidades.
Se vale dudar, se vale reflexionar si
todo esto vale la pena o si valdría más
la pena el volver a ser niño.
Esto es parte de la vida. Uno o una,
según sea el género, tiene que avanzar,
en el aprendizaje, en la enseñanza, en
orientar a otros. Si no hay avance, difícilmente
va a haber crecimiento.
Uno crece cuando se planta para no
retroceder, como dicen los chavos de
ahora: ¡para atrás, ni para agarrar vuelo!
Uno crece sin dejar de volar. Algo nos
está invitando a crecer y a vivir. El que
crece, vive y el que vive, crece.
Así las cosas, mi deseo es que:
con el mínimo de ilusión, sigan
viviendo;
con el mínimo de sueños, sigan creciendo;
y
con el mínimo de esperanza, sigan
amando.
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