La Sirena Varada: Año II, Número 10

tré un pequeño frasco de vidrio en el que
se leía Culicoides imícola, el vector principal
de la enfermedad; una carta que al
leerla no sabía si era de amor o agradecimiento
firmada al final por el sobrenombre
Abi y entre estos documentos estaba
también mi póliza de seguros.
En ese momento Vincent abrió la
puerta de golpe.
—No quería que te enteraras de esta
manera —me dijo, mientras me veía
sujetando los papeles incriminatorios.
No lo podía creer, el hombre del que
estaba enamorada, al que le había confiado
una gran parte de mi vida, mantenía
una relación romántica con un
jeque millonario con quien había conspirado
para intercambiar caballos, deshacerse
de la competencia y finalmente,
el tiro de gracia, acabar conmigo.
El profundo sentimiento de traición
me daba arcadas pero también bombeaba
furia hacia todas mis extremidades.
En un acto súbito tomé el revólver y
le disparé cuatro tiros 38 Special que se
hundieron profusamente en su pecho.
«Vincent y yo nos amábamos pero si
no podíamos estar juntos en esta vida,
lo intentaríamos en la próxima…» pensé
mientras la combustión del último
disparo quemaba mi mandíbula y la
última bala destrozaba mi lengua, mi
paladar y finalmente salía por mi cabeza,
rajando mi parietal...
...si no podíamos estar juntos en esta
vida, lo intentaríamos en la próxima.
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