La Sirena Varada: Año II, Número 10

vez que regreso, sin embargo, las alucinaciones
aumentan: veo cómo la piel de
mi mujer pierde su color y siento como
si también ella se estuviera convirtiendo
en uno de ellos. Ayúdenme, por favor. Lo
estoy perdiendo todo a causa de esta terrible
enfermedad: mujer, hijos, trabajo,
dinero. Solamente me queda una cosa:
la salud. Pero ahora todos me llaman
enfermo. ¿Realmente lo estoy?
Lo único que puedo decirles es que,
desde el momento en que mi mujer ha
trasladado pacientemente este texto
al ordenador, ya no he podido volver
a dormir por las noches. Me persigue
la idea de que el señor MacBook se ha
apropiado de una parte de mí, y esta-
rá ya tramando una terrible venganza.
Aún y así, asumo el riesgo de comunicar
este mensaje al mundo, consciente
de que podría suponer el final de mis
días, y de que todos los androides del
planeta se podrían confabular contra
mí. En el caso de que eso ocurra, les
ruego conserven este manuscrito como
un preciado tesoro que pueda servir de
testimonio para las futuras generaciones,
para que no se olviden del tacto del
papel y el olor de la tinta, y para que recuerden
algo fundamental: que antaño,
cuando era costumbre escribir a mano,
lo hacíamos sobre la piedra o la madera
de los árboles, mientras que ahora lo
hacemos sobre el petróleo y el plástico.
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